Debemos reflexionar sobre nuestras prioridades y considerar si vivimos por encima de nuestras necesidades, consumiendo más bienes de los oportunos. Este estilo de vida ha desencadenado una crisis global y pone de manifiesto la insostenibilidad económica y medioambiental de nuestro modelo de consumo.
La búsqueda incesante de lucro trastoca las posibilidades de alcanzar modelos equitativos, pues acumular capital, material y riqueza empobrece la llegada del Reino de Dios y de su Justicia. Es momento de hacer nuevas todas las cosas, de generar espacios para la esperanza, desde cada persona, gesto y acción, porque cada acto cuenta, por insignificante o pequeño que sea.
"La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres".
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