Desde Bolivia, donde trabaja como misionero, el P. Rafael nos cuenta cómo ve el futuro de su misión y de su país.
La verdad que estos momentos hay tres cosas que me quitan el sueño:
- no ser fiel al carima misionero que es una entrega radical y creativa al servicio de Dios y de mi pueblo,
- saber responder a los desafíos de la Iglesia y del mundo. No podemos quedarnos de brazos cruzados, ni en la melancolía del pasado ni en la justificación de que cada día somos menos,
- los graves problemas que nos ha tocado enfrentar como Iglesia ante: laa inestabilidad de nuestras democracias, la corrupción institucionalizada, el narcotráfico, la depredación de nuestra naturaleza… como también me quita el sueño ver un religioso que se acomoda o que reduce su consagración a un simple clericalismo y funcionalismo ministerial.
Ahora me encuentro en el Vicariato de Reyes, en plena Amazonia boliviana, donde tenemos dos comunidades misioneras. Me alegra constatar que es una iglesia en salida, que asume los desafíos que planteó hace meses el sínodo, se compromete en la defernsa de la casa común.
Es una iglesia que da verdaderamente el protagonismo a los laicos. Sobre todo es una iglesia que celebra la vida a pesar de nuestras limitaciones y de nuestra pobreza.
Como misioneros y religiosos no podemos permitirnos el lujo de mirar “desde el palco”, tenemos que acompañar a nuestro pueblo que camina, tenemos que curar sus heridas, tenemos que hacer nuestras las ilusiones de que algo nuevo es posible. Somos un pueblo en camino. Y el primer paso es pasar de la espera al compromiso de trabajar por un futuro nuevo.
Ciertamente que en Bolivia, como en gran parte de América Latina, hemos viviido y vivimos momentos difíciles, momentos que hacen ver la posibilidad de cambios muy profundos.
No podemos ser indiferentes ante esa realidad. Por momentos no sabemos qué decir o responder por la rapidez de los acontecimientos, pero siempre hemos estado y estaremos ahí. Es una situación difícil, incluso haceer una lectura imparcial no es sencillo, pero podemos al menos reconocer algunos elementos.
Tenemos nuevos actores sociales, el protagonismo de los jóvenes es impresionante. Mis respetos y admiración a tantos jóvenes que exigen meores condiciones de vida, que buscan nuevasd oportunidades, que buscan inclusión y exigen nuevas formas de ejercer la autoridad.
Estamos frente a una Latinosamérica que busca una democracia auténtica y no formas de gobierno que resultan mini dictaduras. Hoy, no se trata simplemente de una cuestión ideológica, porque tenemos ideologías que no responden a nuestra realidad.
Tenemos el derecho a exigir una democracia inclusiva, donde la justicia no sea privilegio de unos pocos, de aquellos que tienen la capacidad de pagar a jueces y fiscales.
Tenemos el derecho de exigir políticas ambiantales en defensa de nuestros pueblos originarios y así parar esas políticas expansivas que deforestan muchas regiones provocando un tremendo daño medioambiental.
Estamos en tiempo de profetas y de profecías, tiempo de conversión y de paz, tiempo de esperanzas y de promesas.
Espero que nuestra iglesia nunca pierda su vocación profética, que se libere de sus comodidades o zonas de confort, para salir al encuentro del que sufre y clama por la vida.
Dios es la razón de esa esperanza que queremos transmitir a nuestras comunidades, a nuestro mpueblo, a este continente Latinoamericano de la “esperanza”.
Creo en lo másprofundo, que Dios acompaña a su pueblo, que siempre ha participado de nuestra historia, que aunque sea por senderos escarpados y a paso lento, caminamos en la urgente tarea de construir su Reino de vida plena y abundante para todos.