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Vida cotidiana en el delta Amacuro, Venezuela - Mayo 2022

andres_garciaUno de los trabajos más significativos de los Misioneros de la Consolata en Venezuela desde 2006 es el acompañamiento de los Indígenas Warao en el Vicariato de Tucupita.

 

Queridos amigos, querida familia.

Hace tiempo que no escribo. Disculpad. En Nabasanuka tenemos internet nuevamente, pero la banda de señal es muy estrecha y somos muchos los que nos conectamos al mismo módem y al mismo tiempo. A veces se consigue recibir mensajes, después de días y luego no se consigue enviar la respuesta…

Esto nos ayuda a vivir en la realidad más que en la virtualidad y nos ayuda a cuidar las relaciones a medida y en tiempos humanos.

Cuando conseguí llegar á Nabasanuka después de las vacaciones, encontré a las comunidades divididas por las estrategias políticas en torno a las elecciones, que dejaron heridas profundas en personas y familias.

Muchas actividades se habían paralizado.

Voy asumiendo que lo que cuenta es la presencia, consciente de que no puedo llegar a todos lados ni a todas las personas, consciente del llamado a ser testigo de Dios, de su amor y su bondad.

Eso fue lo importante durante el tiempo de Navidad, a lo largo de todas las visitas a las comunidades a las que pude llegar.

A inicios de enero pudimos realizar un encuentro de formación de catequistas para animarlos y retomar el programa pastoral.

Al volver a Tucupita la segunda semana de enero, viví con gozo el reencuentro con mis hermanos de comunidad (Vilson, brasileño, con unos 15 años entre los warao, y Béni, congoleño, unos tres años en Venezuela). Además se unieron a nuestro equipo dos laicas misioneras, Efrenni y Orla, que ya están aportando bastante desde su esfuerzo por entrar en la realidad warao.

El transporte sigue siendo uno de los grandes desafíos para garantizar nuestra presencia, por eso dediqué tiempo para intentar arreglar una vieja curiara de aluminio que funcionará con un motor pequeño que llegó a Tucupita a mediados de febrero.

También dediqué tiempo para instalar una emisora de radio y su antena en Tucupita, para poder comunicar con Nabasanuka próximamente; en marzo intentaré instalar la antena de Nabasanuka, pues me faltaban algunos elementos.

Durante los días que pasé en comunidad en Tucupita, pintamos algunos espacios e intentamos hacer más acogedoras las habitaciones de Efrenni y Orla y dediqué bastante tiempo a la comunidad, con el fin de ir haciendo equipo con los nuevos integrantes.

Volví a Nabasanuka (a los caños) a principios de febrero, asumiendo que no podría asesgurar la continuidad de la visa de estudiante, porque eso implicaría otra nueva ausencia justo antes del inicio de la cuaresma, sacrificando otra vez el camino de las comunidades cristianas de todas las comunidades warao de nuestra parroquia.

La permanencia en los caños nos dio esta vez la posibilidad de un nuevo encuentro formativo para los catequistas (preparación de la cuaresma y toma de conciencia sobre nuestra responsabilidad y nuestra dignidad como indígenas en la Amazonía), el lanzamiento de la organización de la visita semanal a cada sector (6 sectores, por el momento, cada uno de los cuales comprende de 5 a 9 comunidades y quedan algunas comunidades a las que llegaré más de tarde en tarde), terminamos la preparación para los sacramentos en el sector de Yorinanoko y tuvimos la gran celebración el día 1 de marzo.

Al visitar todas las semanas Yorinanoko compartí el dolor y los esfuerzos de varias familias por salvar a sus hijos pequeños (menores de 5 años) de la muerte por una epidemia de diarrea, fiebre, tos, vómitos,... cada semana asistí a la muerte de uno o varios niños. Lo intentamos todo: medicina tradicional, hospital,... pero pudimos salvar a algunos, gracias a Dios.

También tuve la ocasión de viajar al puerto Volcán, en Tucupita, para buscar el cuerpo de Sibelia, la esposa de Ireneo (un matrimonio ya mayor que durante años ha colaborado con la misión en distintos ámbitos). Murió en Tucupita y no hayaban embarcación para devolver el cuerpo a Nabasanuka, así que viajamos de noche para acompañarlos de vuelta antes de que el cuerpo se descompusiera. Ser CONSOLACIÓN, signos de DIOS-AMOR.

Todos estamos admirados de ver cómo la gasolina no se agotó esta vez. Recordaba la historia de Elias y la viuda: “el aceité no se acabará, la harina no se terminará...”

La visita a Araguaimujo a principios de marzo me permitió tener el encuentro de catequistas, aunque de manera breve, tiempo para comenzar también con ellos la cuaresma y compartir programa para el aniversario (97 años) de fundación de la misión de Araguaimujo.

El martes 8 de marzo regresé a Tucupita, acompañando también a enfermos y otros pasajeros que tenían que viajar a la capital del Delta Amacuro para hacer alguna que otra gestión. Una fuerte lluvia nos acompañó hasta el puerto, pero sin marejada, así que el viaje se desarrolló bastante bien.

Agradecido a nuestro Señor por tanta gracia, por tantos dones y por tanto compartido.

Agradecido también a ustedes por hacer posible esta misión desde su oración, su amistad y su solidaridad.

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