La comunidad de la parroquia de San Miguel Arcángel, en la localidad de Yuto, provincia de Jujuy (norte argentino), es una misión marcada por una fuerte interculturalidad. La mayor parte de la tierra productiva de esta región, poblada por poco más de ocho mil habitantes que viven repartidos en las veredas El Bananal, El Talar, Vinalito y Caimancito, se destina principalmente al cultivo de caña de azúcar, aguacate y plátano.
¿Dónde están los pueblos indígenas?
Si hay algo que identifica claramente a los pueblos indígenas es la profunda integración con el territorio en el que viven y del que derivan su sustento: la actividad productiva, necesaria para vivir, no está separada de su ser.
Esta perspectiva es fundamental para comprender las transformaciones y adaptaciones que sufren los pueblos indígenas cuando los estados avanzan y ocupan sus territorios con cultivos industriales. En este caso, el trabajo productivo ya no está destinado únicamente a la subsistencia, como sucede con los indígenas, sino que adquiere las características de explotación intensiva, una seña de identidad de la economía capitalista.
Por eso, al visitar esta región, en un principio es difícil notar la presencia de poblaciones originarias porque a primera vista se percibe una comunidad poblada por “ciudadanos argentinos” que quieren y deben ser incluidos en las estructuras de protección y asistencia social del Estado. Sin embargo, es una sociedad que está lejos de ser homogénea; la población incluye criollos, collas, guaraníes, wichis, ocloyas, churumatas, chanés, tulián, tobas, tapiete y quechuas (del Perú), todas etnias cuya presencia se registró en los censos nacionales de 2001, 2010 y 2022.
Los pueblos indígenas también están en movimiento
Según un estudio de la Universidad de San Martín, la mayor parte de la comunidad indígena guaraní se ha desplazado en los últimos 100 años en busca de un lugar que les permita vivir de acuerdo a su particular forma de vida; parten en busca de lo que llaman “ñande reko”, la tierra que les permite vivir en armonía con la naturaleza que los generó.
Esta región, originalmente caracterizada por un denso bosque de montaña con diversidad de flora y fauna, tenía estas características: permitía la caza y la recolección, estaba atravesada por arroyos para la pesca y también ofrecía tierras aptas para el cultivo.
La estrategia de supervivencia de los guaraníes consistía precisamente en adentrarse cada vez más en la selva para alejarse de la frontera trazada por la deforestación y los incendios.
Esto ya no fue posible cuando la explotación de la caña de azúcar redujo drásticamente las tierras agrestes y boscosas, y en este punto los guaraníes no tuvieron otra alternativa que cambiar sus tierras por tierras aledañas a las incipientes ciudades.
Reconocemos el dolor que aqueja a este pueblo, en la voz de sus relatos que hemos recogido en un encuentro con algunos de ellos: “no nos sentimos guaraníes”; “nos avergüenza y nos duele el abandono”; “los patrones no nos dan permiso para celebrar nuestras fiestas: no hay tiempo y a veces ni la Municipalidad nos da el espacio adecuado”; “tuvimos que obligar a nuestros hijos a aprender español para superar muchas barreras sociales; ahora nuestros hijos y nietos apenas pueden hablar nuestro idioma".
En la última reunión de los Misioneros de la Consolata que trabajan en Argentina destacamos que un espacio privilegiado "ad gentes" para nuestra comunidad es el trabajo y compromiso a favor de los pueblos originarios del país. Por ello se inauguró la parroquia de San Miguel Arcángel, con su singular y significativa composición étnica. Los padres Antonio Gabrieli, Antonio Merigo, Thomas Ishengoma, Pedro Togni, Roger Kiwuango, Juan José Olivarez e Iga, son los misioneros que trabajaron en esta misión.
Hacer la opción preferencial por los pueblos originarios es para nosotros un compromiso calificado que no significa abandonar al resto de la población, sino crecer en la interculturalidad asumiendo la diferencia y la diversidad.
Líneas pastorales
Actualmente, muy lentamente y con mucho esfuerzo, estamos pasando de una misión "para" el pueblo guaraní a una "con" el pueblo guaraní. Junto con nuestros colaboradores (catequistas y laicos) vemos la necesidad de:
- Hacer procesos de discernimiento y reflexión para abrir espacios donde la comunidad y el pueblo se encuentren en armonía con el Creador, la Creación y la Criatura.
- Emprender caminos de reconciliación que respondan al alto índice de suicidios que sufre la comunidad. Buscar la reconciliación consigo mismo y con las familias.
- Uniendo y armonizando la fe con la vida cotidiana: queremos que la misma catequesis para los niños respete el tiempo necesario para un verdadero desarrollo espiritual.
- Acompañar los novenarios de los difuntos y revalorizar el papel de la oración que, en el momento de la muerte, es capaz de celebrar la vida.
Estas acciones son el primer paso para un verdadero proceso de evangelización. El carisma del Padre Allamano nos invita a acompañar a estos pueblos en la unidad de propósito. En el silencio de los sin voz, podemos aprender nuevas palabras para la vida.
(Fuente: Revista Missôes Consolata)