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El espíritu de Wassa

Reconozco que estoy enamorado. Wassa tendrá unos 18 años, ella no sabe su edad, sus padres tampoco y no tiene ningún documento que acredite su existencia. Yo la conocí hace un año y medio a través de su “hermana” pequeña. Las comillas son porque no es su hermana de sangre.

Su hermana se llama, Nabindou, hace un par de años yo le echaba una mano junto con otros niños y niñas con sus estudios de 6º de Primaria. Venían por la noche a nuestro Centro Pastoral y Cultural que João, un misionero de la Consolata, ha puesto precioso y en una “appatam” yo hacía un repaso con los niños de las materias que habían visto en clase.

El caso es que un día Nabindou me dijo que su hermana estaba mala. Yo, en ese tiempo, era el administrador del Centro de Salud que tenemos en Marandallah, y pensaba que Nabindou me estaba pidiendo medicinas gratis o algo así, por lo que le respondí un “pues que se vaya al centro de salud”. Ella me miró a los ojos (cosa un tanto rara por esas latitudes y menos de una niña a un adulto) y me dijo “es que no puede caminar”. Ah, ahí yo me di cuenta que pasaba algo gordo y le dije “vamos a verla”.

Y encontré a Wassa, una chica preciosa con una úlcera en el empeine del pie enorme que le había destruido la piel y que casi hacía entrever ya el hueso. Sentí un rechazo dentro de mí porque la herida olía muy mal. Wassa estaba poniendo unos polvos hechos con una planta medicinal tradicional.

Al principio, Nabindou empezó a explicarme lo que pasó. Su hermana se había herido con una rama hacía seis años en la aldea donde vivía, a unos 200 km al norte de Marandallah. Al principio la llevaron a un dispensario cercano pero la herida no se cerró y, al contrario, empezó a expandirse. Así que la cosmovisión tradicional empezó a hacer de las suyas, esta niña la quieren matar, va a destruir nuestra familia, le han echado el mal de ojo, no se puede hacer nada…. Y allí la tuvieron, escondida durante cinco años.

Hace cinco años, su tía fue a su aldea a ver a su familia y vio a Wassa en unas condiciones pésimas así que la trajo a Marandallah pero la dejó en casita y no la llevó al centro de salud y le dijo que se pusiera ese emplasto tradicional.

A mí me conmovió esta historia y pregunté dónde estaba su tía, me la presentaron y le pregunté donde estaban los padres de Wassa, me dijo que eran muy mayores, que el padre estaba muy enfermo y que vivían a nos 400 kms al sur de Marandallah. Me di cuenta que los padres de Wassa la abandonaron a su suerte quizá solo esperando (o deseando su muerte). Y dije, “mamá, mañana Wassa tiene que ir al centro de salud para que la vean”. La respuesta fue positiva y me marché.

Al día siguiente, esperé en vano en el centro de salud y Wassa no vino. Me empecé a poner de mala leche. Esperé todo el día y nada. El día siguiente amaneció lluvioso así que me dije, ésta es la ocasión que me da el Buen Dios para mostrar mi interés por ella y me fui andando bajo la lluvia sin paraguas ni nada a su casa.

Cuando llegué tenía un aspecto bastante lamentable, completamente mojado y preguntando dónde está Wassa. Y ahí, estaba. Con su pie, su pomada tradicional y su madre al lado. Pregunté si estaba enferma y si no había podido ir por eso. Me dijeron que no, que estaba bien. Hablé con su “hermano” y le dije que, por favor, cuando dejara de llover que le acompañara en moto. Accedió.

Y Wassa empezó a venir al centro de salud. De esto hace ya más de un año y medio. Este tiempo ha sido muy duro porque la zona de la úlcera estaba completamente insensible y cuando la empezamos a tratar empezó a recuperar sensibilidad y, claro, a dolerle más. Wassa misma no estaba convencida al principio porque en vez de mejorar veía que le dolía más.

Yo le visitaba e intentaba animarla. Con un amigo médico de Zaragoza y una especialista en úlceras les mandaba fotos y ellos me iban orientando en el tratamiento adecuado y, claro, que estuviera al alcance de nuestras posibilidades.

Wassa empezó a coger confianza conmigo, como ella pertenece a un subgrupo senufó, los Fonónbele, pues yo podía hablar directamente con ella en su lengua. Le dije que me gustaría que viniese por la noche a la alfabetización al Centro Pastoral y Cultural pero sus padres no accedieron porque había que pagar 1,5 € al año y 0,8 € al mes. Vamos, que como no era su hija, seguían creyendo que esta niña no tenía ningún futuro y que, por supuesto, nunca iba a curarse.

Otro día Wassa vino a hablarme y me dijo que si podía buscarle un sitio como aprendiz de costurera para que al menos pudiese aprender un oficio. Y ahí me puse a buscar y encontré a una señora que accedió. Maté dos pájaros de un tiro porque con esta mujer empezó a coger confianza y le acompañó en su crecimiento como mujer en una etapa difícil.

Para ser sincero, la herida no se cerraba, no estaba infectada pero la piel no llegaba a regenerarse. Así que la tía de Wassa le prohibió venir al centro de salud. Pues ahí me tenéis detrás de la chiquita, hablando con la madre y les dije que si antes de la estación de lluvias no veían una mejora la dejaría en paz. Sí, también recé a la Consolata y al Beato Allamano. No sé, había que utilizar todo lo que tenía en mi poder: la ciencia, los sanitarios, las medicinas, la fe, la esperanza y…. sí, claro, el amor.

Llegó el momento en el que llegó otro administrador al centro de salud y yo ya sabía que tenía que irme de Marandallah. Así que lo hablé con Wassa. No lloró, no se conmovió especialmente, me tomó de la mano y me llevo aparte, nos sentamos y me miró a los ojos (tampoco muy habitual) y me dijo: “Tú fuiste quien me dijiste que fuera al centro de salud, ¿y ahora? ¿Puedo seguir yendo o no?”

A mí me conmovió, la mayoría de gente me decía que qué pena que me fuera, que tal y que cual. Wassa, empezaba a estar convencida de su curación y veía que pasaba por la constancia y el convencimiento. Yo, claro, le dije que por supuesto, que no era una cosa mía que ella viniera al centro de salud sino de la Consolata y de los trabajadores del centro de salud.

En el itinerario de Wassa descubro el itinerario de una fe aprendida a una fe personal. De pasar al “dicen que puedo curarme” al “sé que me voy a curar”. En ella descubro la madurez del que busca algo para el futuro porque sabe que tiene un futuro y que lo que le han intentado meter en la cabeza no son más que historias que solo querían desanimarla.

Por eso estoy enamorado de ella, porque el espíritu de Wassa, es el proceso del que llega a estar convencido que otra realidad es posible. Que ello depende en gran parte de uno mismo y de los apoyos que encuentra en el camino. Y éstos son impredecibles y sorprendentes. A mí, hasta me acusaron en el pueblo de querer sacarla del Islam para que se hiciera cristiana. Pero ella no, ella siempre supo que el sentimiento de humanidad mueve, promueve y conmueve y que mi cosmovisión y mis referencias me ayudan y me sostienen a mí pero que Dios es mucho más grande que mi visión de la Vida. Y que, desde la esperanza estoy convencido que un día la herida de Wassa se cerrará y una nueva vida nacerá.

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