Este año se ha incorporado al Diccionario de la Lengua el término “posverdad” (post-truth en inglés) que se refiere a aquella información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público. El director de la RAE ha indicado que el concepto, aparecido "en el contexto de la globalización", es "interesante a la vez que preocupante" y ha recordado que tal ha sido su impacto que el diccionario de Oxford la ha distinguido como palabra del año de 2016. También ha recalcado el potencial de la retórica para "hacer real lo imaginario, o simplemente lo falso", que entronca "directamente" con la sentencia de que "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad".
El pasado verano he estado leyendo la biografía de Heródoto de Halicarnaso, historiador y geógrafo griego que vivió entre el 484 y el 425 a. C. bautizado por Cicerón como el padre de la Historia, ha sido una de las principales fuentes para conocer cómo era el mundo antiguo en aquella época, en donde griegos y persas estaban en guerra. Su infancia coincidió con las guerras médicas. Fue un apátrida que tuvo que huir de su ciudad a los 17 años, fue un refugiado de guerra y además del primer historiador fue un hombre honesto que quiso contar esas batallas épicas entre persas y griegos, pero para hacerlo tuvo la honestidad de recorrer las naciones que formaban parte del imperio persa y cultivar la empatía para comprender por qué los persas actuaron de esa manera. Escribió historia casi de una manera periodística. Antes que él hubo otros autores que por encargo de los gobernantes escribieron crónicas locales que enaltecían al pueblo que le había contratado.
Heródoto fue el primero que escribió una historia universal de los griegos con el fin último de acabar con las guerras médicas, unas guerras en las que los griegos de las distintas ciudades-estado fueron capaces de unir sus fuerzas por una única vez en la historia y rechazar la amenaza persa. Quiso crear una gran obra que legara a las generaciones futuras este retrato. Pero además fue el primer periodista, o como dice Kapuscinski, el primer cronista. De sus nueve libros, los primeros cinco no son propiamente una obra historiográfica, sino una crónica de viajes. Recorrió gran parte del mundo conocido con el único propósito de hablar con la gente, reunirse con las autoridades locales, con mujeres, con sacerdotes… e interesarse por sus costumbres, sus creencias, su forma de vida. Así, empatizando con ellos (es decir, viéndolos como personas y no únicamente como el enemigo) poder contar de una forma honesta ese enfrentamiento, no solo desde el prisma griego, sino también desde el punto de vista persa.
Así escribe con una ausencia total de maniqueísmo. Su Historia está llena de un deseo de convivencia entre los pueblos, llena de relativismo y de un rechazo frontal a los dogmas y a los prejuicios.
“Por lo que a mí toca miro como un deber el referir lo que se dice, pero no creerlo todo, y quiero que está, mi prevención, valga en toda mi historia”. Ese comentario de Heródoto, escrito hace 2.500 años, es absolutamente moderno. Sus escritos están plagados de dudas. En muchas ocasiones traslada varias versiones de un mismo hecho pues reconoce que no sabe con seguridad cuál es la buena. Nos traslada sus conocimientos desde el ámbito de la duda. Esta honestidad contrasta hoy con la posverdad, donde no importa no decir la verdad (mentir) con la mayor naturalidad.