
PORTADAS ANTENA
Con frecuencia se ha interpretado la misión evangelizadora de la Iglesia, especialmente entre los no cristianos, como una acción de captación, adoctrinamiento, imposición de nuevas creencias que suponían para esos pueblos y culturas la pérdida de su tradición.
Es verdad que en determinados momentos de la historia se ha actuado desde esa mentalidad. Se pensaba que “había que salvar su alma a cualquier precio”, aunque en el fondo había una “buena” intención, la forma era equivocada por no respetar a las personas.
Si volvemos al inicio de la misión, en el evangelio, descubriremos que Jesús siempre actuó desde un diálogo sumamente respetuoso. Si vamos a cómo se desarrolla la misión hoy, sin duda que el diálogo ha vuelto a ocupar su lugar central.
La Navidad es tiempo de compartir, de celebrar y de decirnos lo mucho que nos queremos. Pero, ¿qué pasa cuando nuestras palabras se quedan en el aire? ¿Cuando decimos “Feliz Navidad” sin realmente sentirlo? Este año, te invitamos a reflexionar sobre el verdadero significado de la Navidad y a descubrir cómo nuestras palabras pueden tener un impacto real, profundo y transformador.
¿Cuántas veces hemos dicho “Feliz Navidad” sin pensar en lo que realmente significa? Las palabras, a veces, se repiten sin más, sin tocar el corazón de quienes las reciben. Sin embargo, Jesús nos mostró que las palabras pueden ir más allá de ser solo sonidos: pueden ser vida.
Son años que se lleva adelante un trabajo de ayuda al desarrollo en los países más pobres del mundo. Indudablemente ha habido avances. Pero casi siempre han sido inferiores a las previsiones y a las inversiones hechas, tanto económicas como en personal.
Es hora de preguntarse el porqué de este fracaso que, si bien puede ser considerado relativo, ha supuesto la muerte de muchos miles de personas que podrían seguir viviendo hoy.
Son años que se lleva adelante un trabajo de ayuda al desarrollo en los países más pobres del mundo. Indudablemente ha habido avances. Pero casi siempre han sido inferiores a las previsiones y a las inversiones hechas, tanto económicas como en personal.
Es hora de preguntarse el porqué de este fracaso que, si bien puede ser considerado relativo, ha supuesto la muerte de muchos miles de personas que podrían seguir viviendo hoy.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. De tanto repetirlo nos lo hemos creído y lo damos por cierto.
Desgraciadamente me ha tocado conocer a muchas personas que perdieron hace tiempo la esperanza. Pero les quedaban otras cosas. Les quedaba el dolor y el sufrimiento de cada día. La lucha por sacar adelante una familia. El deseo de conseguir unos zapatos para sus pies ajados por el frío, el barro o el calor.
Quizás en nuestros países, ricos aún a pesar de la crisis, nacemos con esperanza. Pero la mayoría de las personas nacen sin esperanzas, y si algún día sueñan que las cosas pueden ser distintas, la realidad se encarga de matar esa esperanza.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. De tanto repetirlo nos lo hemos creído y lo damos por cierto.
Desgraciadamente me ha tocado conocer a muchas personas que perdieron hace tiempo la esperanza. Pero les quedaban otras cosas. Les quedaba el dolor y el sufrimiento de cada día. La lucha por sacar adelante una familia. El deseo de conseguir unos zapatos para sus pies ajados por el frío, el barro o el calor.
Quizás en nuestros países, ricos aún a pesar de la crisis, nacemos con esperanza. Pero la mayoría de las personas nacen sin esperanzas, y si algún día sueñan que las cosas pueden ser distintas, la realidad se encarga de matar esa esperanza.
La esperanza no es algo que nos venga dado por el hecho de nacer. La esperanza es algo que hay que ir creando día a día. La inmensa mayoría irán creando pequeñas esperanzas a corto plazo. Algunas se cumplirán, muchas otras se irán rompiendo en el contraste con la realidad.
La realidad del mundo que hemos creado es un duro muro contra el que muchos hermanos y hermanas nuestros chocan cada día y quedan ensangrentados.
El sistema social y económico que intentamos mantener devora personas de forma más rápida que devora los recursos naturales, el medio ambiente y los valores humanos.
El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo, especialmente cuando se trata de amar a los pobres.
No se trata de un mero sentimiento de compasión más o menos auténtico que surge de nosotros; sino de una respuesta de amor a la entrega de Jesús por nosotros, que comienza por la acogida de la gracia de Dios, de su caridad misericordiosa, de manera que nos transforme por dentro, que nos mueva a las obras de misericordia en favor de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran necesitados.
En la cercana Navidad nos intercambiaremos numerosas palabras llenas de buenos deseos y augurios de felicidad.
No podemos cambiar la costumbre. Y como tantas veces, muchas de ellas serán palabras vacías simplemente para cumplir el expediente. A veces será un breve mensaje para no romper del todo el contacto con personas con las que nos comunicamos solo en estas fechas.
¡Cuánta palabra vacía! ¡Cuánta palabra que no toca nuestros sentimientos ni las fibras de nuestro ser! Son un signo de cómo hemos ido construyendo nuestra sociedad sobre la “vaciedad humana”, llenándola de cosas superficiales.
El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo, especialmente cuando se trata de amar a los pobres.
No se trata de un mero sentimiento de compasión más o menos auténtico que surge de nosotros; sino de una respuesta de amor a la entrega de Jesús por nosotros, que comienza por la acogida de la gracia de Dios, de su caridad misericordiosa, de manera que nos transforme por dentro, que nos mueva a las obras de misericordia en favor de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran necesitados.
Así lo entendieron desde el principio los primeros cristianos, haciendo suyas las enseñanzas de Jesús. Pero ha habido ocasiones, sin embargo, en que los cristianos no hemos escuchado completamente este llamamiento, dejándonos contaminar por la mentalidad mundana. A pesar de todo, el Espíritu Santo ha asistido siempre a la Iglesia para recordarle los aspectos más esenciales del mensaje cristiano. Y no han faltado cristianos
-como Francisco de Asís- que han dado su vida en servicio de los más pobres. Un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida”.
Vivimos en la cultura de lo efímero y el imperio de la inmediatez. La narración se ha perdido. Se ha perdido el arte de contar historias porque lo que se lleva es vivir experiencias y la forma de contarlas se hace con pequeñas notas de información: un meme, una foto, un titular.
En cambio, la forma de transmitir la fe se basa en la transmisión de historias que muestran la presencia y la cercanía de Dios en nuestro mundo y en nuestras vidas.
Durante unos tres años, Jesús preparó a sus apóstoles para la misión y les envió a predicar. Después de su resurrección y antes de su ascensión, el Señor Resucitado les encargó la gran misión: Id y haced discípulos de todos los pueblos, predicad el Evangelio a toda la creación. El buen Dios quiere que todos se salven, y Jesucristo murió por toda la humanidad.
La vida cristiana es una vida en misión. La Iglesia es misionera por su misma naturaleza: la gracia y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda es evangelizar. Su misión es la evangelización, la proclamación del Evangelio, la salvación integra, es decir, la liberación de todo aquello que oprime al hombre.