Mujer, negra y migrante: conozca la experiencia de las latinoamericanas en Brasil
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- Written by adital
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El deseo de mejorar la vida financiera de la familia, de ofrecer oportunidad de estudios a los hijos, de huir de la violencia o de trabajar en una misión humanitaria. Éstos son ejemplos de las motivaciones que llevaron a mujeres inmigrantes a dejar sus países de origen. Con miras al día en que se celebra el Día de la Mujer Afro-Latina-Americana y Caribeña, el 25 de julio, Agencia Brasil publica historias de mujeres negras que eligieron a Brasil para construir una nueva historia.
La colombiana Jennifer Anyuli, la nicaragüense Yadira Campbell y las haitianas Beatrice Dominique y Experience Altagrace comparten más que el mismo territorio americano identificado como latino. La ascendencia africana confiere otras semejanzas a sus historias de vida, como la necesidad de lidiar con el racismo y las diferencias de género en forma severa.
La socióloga Marilise Sayão, profesora de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), destaca que muchas de esas mujeres se desplazan por la necesidad de romper con el ciclo de pobreza y miseria en el que se encuentran. "¿Qué une a esas mujeres en América Latina y el Caribe? Esa herencia de la diáspora, de la época de la esclavitud, y después, esa diáspora de desplazamiento, de migración, de búsqueda de mejores condiciones en otros países”, señala.
También identificada como afrodescendiente, Marilise considera que es fundamental recordar y celebrar la especificidad de la mujer negra, latina y caribeña. "Las mujeres negras estaban en situación de subalternidad, tanto de los hombres, como en relación a las mujeres blancas”, explica. Ella destaca como ejemplo la lucha de las mujeres por el derecho de trabajar afuera. "La mayoría de las mujeres negras siempre trabajó. Ella era la empleada doméstica, la esclava. Aquellas reivindicaciones no representaban a esas mujeres”, señala.
"Emigrar por necesidad de supervivencia, de ir más allá”
La socióloga Jennifer Anyuli, 23 años, vino con sus padres y dos hermanos desde Colombia, hace nueve años. "La motivación fue la cuestión económica, porque allá no se tenía la misma facilidad para arreglarse en los 30 como aquí. La cuestión de la violencia también. Vivíamos en una villa miseria”, nos dice. Hoy, ella recuerda el comienzo difícil en el nuevo país. "Hasta que conseguimos levantarnos, yo, mi hermano y mi padre salimos a la calle a vender [agua, gaseosas] en el faro”, relata.
Jennifer evalúa que el proceso de adaptación fue más difícil para los padres. "Hasta hoy ellos hablan portuñol. Para mis hermanos y para mí, fue más fácil”, relata. A pesar de la facilidad con el idioma, la joven, que no tiene acento, cree que eso se debe a la presión vivida en la fase escolar. "Muchos inmigrantes enfrentan el bullying”, señala. Ella cree que es preciso desarrollar políticas públicas para la acogida de esos extranjeros, no sólo en el campo de la asistencia social, sino también en la salud y en la educación.
Con rasgos andinos, ella se identifica como afro-indígena. Jennifer cuenta que pasó por un proceso de autoconocimiento a partir del trabajo como voluntaria en la Pastoral del Migrante, dando clases de portugués a extranjeros. "La cuestión de la identidad fue algo muy fuerte a partir de entonces, tanto como uno puede verlo en mí”, dice, señalando las artesanías y los elementos étnicos en la ropa. Los tirabuzones en el cabello también fueron asumidos por la joven como una afirmación de sus orígenes, tanto indígena, como africana.
"Era la primera vez que trabajaba con gente parecida a mí”
La médica nicaragüense Yadira Campbell, 44 años, vivió en Brasil por cinco años, cuando acompañaba al marido en una misión de las Naciones Unidas, en Río de Janeiro. Antes de pasar por el país, ya había desarrollado un trabajo en Angola. Fue cuando tuvo, por primera vez en la vida, la experiencia de trabajar con médicos y pacientes con los cuales se identificaba por los rasgos fisonómicos. "Yo soy del Caribe y toda mi vida fui minoría. En Nicaragua, soy afro-caribeña, [que representa a] un grupo pequeño”, declara.
Hoy, ella vive en España y encuentra una situación en la que nuevamente es minoría. "Aquí, era la única médica afrodescendiente”, relata. En Brasil, el hecho de ser una médica negra también mostró ser una novedad entre los profesionales del área. "En el postgrado, había cerca de 100 personas y yo era la única negra de toda esa cantidad de médicos. Eran médicos más viejos, casi todos especialistas. Después, cuando hice trabajo en la Santa Casa, encontré a gente más joven, que estaba haciendo la residencia. Encontré más afrodescendientes”, relató.
Al hablar acerca de cómo se sentía en esa situación, Yadira explica que cuando era joven no se daba cuenta del hecho de formarse en Medicina como un privilegio. "Cuando uno crece, va entendiendo que, por ser la única, no es que sea más inteligente, sino que los que quedaron atrás fue por alguna razón”, señala. Ella cree que es fundamental un día para celebrar las contribuciones a la sociedad y las dificultades enfrentadas por las mujeres afro-latinas. "Cuanto más lejos de afro, uno es mejor profesional. Queremos cambiar esa forma de verlo. Por eso llevo el afro en todos mis actos, haciendo bien a mi profesión y celebrando a los antepasados”, declara.
"El terremoto se llevó lo que tenía”
La comerciante haitiana Beatrice Dominique, 37 años, aguarda ansiosa el momento en que un empleador vaya a la Misión Paz –centro de referencia para inmigrantes, en el Centro de la capital paulista– a ofrecerle un empleo. En Brasil desde hace dos meses, ella dejó Haití con la esperanza de reconstruir su vida después que perdió todo en el terremoto devastador de 2010. "La vida se hizo difícil allá”, relata.
El viaje hacia Brasil ya anticipó las dificultades que encontraría en el nuevo país. "En el paso por Ecuador, un ladrón se llevó todo. Quedé sin nada. Tuve que pedir a parientes que mandaran dinero”, recuerda. Después, ella siguió viaje hasta la entrada por Acre y la llegada a São Paulo.
"Pensaba que iba a trabajar, pero embarazada es más difícil”
Embarazada de seis meses, la haitiana Experience Altagrace, 30 años, llegó a Brasil hace cerca de un mes. A diferencia de la mayoría de los haitianos que entran al país por tierra, por el Estado de Acre, ella viajó por avión, con una visa conseguida en su país. Fue acogida por la Misión Paz, donde duerme y come. "Está difícil conseguir un empleo. Mi esposo está en Haití. Yo pensaba que iba a trabajar, pero por estar embarazada es más difícil”, se lamenta.
Es común que los haitianos rechacen ser fotografiados para exponer las imágenes en diarios y en internet. Sin entrar en detalles, Experience señala que no le gustaría que algunos parientes sepan que ella está en Brasil.