La herencia de Kamuina Nsapu
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A la ya caótica situación que vive el este de la República Democrática del Congo (RDC), se ha sumado, desde agosto de 2016, una nueva milicia que actúa en el centro del país y que es fiel a Kamuina Nsapu. El verdadero nombre de este nuevo señor de la guerra es Jean-Pierre Mpandi y en junio de 2016 heredó de su padre un pequeño reino local en la región de Kasai. El Gobierno no quiso reconocer su derecho hereditario y él reaccionó retando al poder y llamando a una insurrección. Gran parte de sus seguidores son de la etnia luba, la mayoritaria en la zona, y los informen indican que muchos de los implicados son menores de 14 años y están drogados.
Los primeros ataques del grupo se dirigieron contra los puestos de policía de la región. En uno de ellos, ocurrido en agosto de 2016, murió Nsapu, pero sus seguidores mantienen viva su lucha. Desde mediados de diciembre de 2016, los enfrentamientos entre esta milicia y las Fuerzas Armadas de la RDC (FARDC) se han intensificado tanto en Kasai como en Kasai Central. Hacia la mitad de enero, las escasas agencias humanitarias que operan en la zona hablaban de más de 600 muertos y 216.000 personas obligadas a abandonar sus hogares y desplazarse, principalmente, hacia Kasai Oriental y las selvas cercanas.
En febrero empezaron a circular unos vídeos en los que se ve una operación de barrido de las FARDC en Kasai Central que terminó convirtiéndose en una masacre. Esto llevó a la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos apedir al Gobierno de Kinshasa que parase las violaciones de derechos humanos, entre las que se incluirían ejecuciones sumarias.
El 12 de marzo, un estadounidense y una sueca, miembros del grupo de expertos de la ONU que investigaba violaciones de sanciones internacionales y de la legislación humanitaria internacional, y los cuatro congoleños que les acompañaban, fueron secuestrados en Kasai Central. Sus cadáveres fueron encontrados por efectivos de los cascos azules el 27 de marzo.
A principios de abril, murieron 99 personas, incluyendo 18 niños, en los enfrentamientos entre las fuerzas del Gobierno y los rebeldes en Katanga, según informaba Naciones Unidas, que ha encontrado, hasta el momento, 23 fosas comunes repartidas entre Kasai, Kasai Central y Kasai Oriental. La población de estas tres provincias y la de la vecina Lomami, donde también han llegado recientemente los ataques, se encuentra atemorizada y atrapada entre la brutalidad de los rebeldes y la violencia de las fuerzas armadas.
No cabe duda de que este conflicto hunde sus raíces, principalmente, en dos causas que solo han necesitado una la chispa, canalizada por Kamuina Nsapu y la repulsa del Gobierno a reconocer su derecho a heredar el título de su padre, para convertirse en una oposición violenta al Gobierno central.
La primera es la pobreza en la que vive la región, que en 2015 fue dividida en cinco provincias (un proceso conocido como découpage). Se trata de una de las más olvidadas por Gobierno central y la asistencia internacional. Altas tasas de mortalidad infantil, de malnutrición o de analfabetismo, especialmente entre las mujeres y las niñas, son algunas de sus características.
En la zona hay oro y diamantes, que son extraídos de manera artesanal al no existir industria minera. Las infraestructuras, entre ellas la electricidad, son prácticamente inexistentes; y la única industria que existía en Kasai Central, donde comenzó la revuelta, una fábrica de cervezas, Brasimba brewery, filial del grupo francés Castle, ha cerrado. Todo esto conduce a que en la actualidad, la Administración pública sea el mayor empleador.
A esta situación de abandono y pobreza hay que unir el hecho de que en Kananga (Kasai Oriental) nació Etienne Tshisekedi, el histórico líder del partido político Unión para la Democracia y el Progreso Social (UDPS), que fue primer ministro en varias ocasiones antes de convertirse en el principal representante de la coalición de fuerzas opositoras al régimen de Joseph Kabila hasta su muerte, acontecida el 1 de febrero de 2017.
En las elecciones generales de 2011,Tshisekedi y el UDPS barrieron en la región. En Kasai Oriental (ahora dividida en Kasai y Kasai Central), consiguió el 75% de los votos. En Kasai Occidental (ahora Kasai Oriental, Sankuru y Lomami) obtuvo el 70%. Por eso, la proclamación de Joseph Kabila como presidente de la RDC levantó en este remoto rincón del país la sospecha de que las elecciones habían sido manipuladas y el rechazo al gobierno de Kinshasa se acentuó.
El actual primer ministro, Samy Bandibanga, cuya familia procede de Kasai Central, lideró un grupo de disidentes del UDPS que tomaron posesión de sus escaños en el parlamento nacional desafiando a la dirección del partido que había decretado lo contrario. Antes, el UDPS boicoteó las elecciones provinciales y por tanto está ausente de los órganos de representación a ese nivel. Esos estamentos están en manos del partido de Kabila, Partido del Pueblo para la Reconstrucción y la Democracia (PPRD), a pesar de la impopularidad de la que goza en las cinco provincias.
Estando así los ánimos, el padre de Jean-Pierre Pandi murió y lo que normalmente es un mero trámite administrativo se politizó y detonó la revuelta.
Como en tantas otras partes de África, los jefes tradicionales son en el eslabón más bajo de la administración pública y reciben un salario del Gobierno. Suelen tener el control de la tierra y, en algunas tradiciones juegan un papel espiritual muy importante. Los jefes son elegidos según las tradiciones locales pero luego tienen que ser reconocidos por el Estado. En el caso de la RDC, en teoría el jefe es una figura apolítica, pero para ser aceptado, los oficiales del PPRD suelen exigir fidelidad al régimen.
Kamuina Nsapu es el título que ostentan los jefes (o antiguos reyes) de Bajila Kasanga, que ejercen su autoridad sobre varias aldeas dispersas en un territorio de unos 70 kilómetros de este a oeste. En 2016, el Gobierno no quiso reconocer el nombramiento de Jean-Pierre Mpandi al considerarlo muy cercano al partido de la oposición e, incluso, el gobernador provincial se negó entrevistarse con él. Esto fue considerado como un insulto por las autoridades locales de la jefatura y Mpandi acusó al Gobierno de corrupción.
Bastó este agravio para que los jóvenes tomaran las armas y se crease esta nueva guerrilla que, para seguir manteniendo sus efectivos, ha recurrido al continuo secuestro de menores. Posiblemente el gobierno de Kinshasa esté aprovechando esta ocasión para limpiar la zona de opositores y enemigos. Lo cierto es que la brutalidad de la represión que está realizando el ejército puede que tenga mucho que ver con esto, por lo que cada vez los ánimos están más encendidos y encontrados en la región. Así las cosas, las continuas llamadas a la paz y el diálogo que llegan desde la ONU y otros organismos internacionales caen en saco roto.