El arte africano inunda Dakar
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En la pantalla, empotrada en una esquina de uno de los hangares del Village des Arts de Dakar, el siempre perturbador Samson Kambalu (Malawi, 1975) camina marcha atrás en un París que parece sacada de principios de siglo pasado y esgrime un látigo que hace arabescos en su mano derecha para asombro de los transeúntes. A varios cientos de metros de allí, una pequeña galería acoge una muestra colectiva que rinde valiente homenaje a los homosexuales africanos en un continente donde el amor puede conducir a la cárcel. Al mismo tiempo, el histórico barrio de Medina se viste de colores con los grafittis más atrevidos de artistas senegaleses, españoles y franceses mientras el centro cultural Ker Thiossane se empecina en seguir mostrando que el arte es, en realidad, el arte de vivir y de hacerlo, sobre todo, en comunidad, con sus jardines de resistencia y su proyecto Afropixel, que alcanza ya la cuarta edición.
Durante todo este mes, desde el pasado 9 de mayo y hasta el próximo 8 de junio, la ciudad de Dakar se convierte en la capital del arte africano contemporáneo con decenas de exposiciones, performances, mesas redondas y homenajes salpicados aquí y allá por toda su geografía urbana, desde la sala de reuniones de un despacho de arquitectura hasta la Galería Nacional, desde cualquier restaurante o sede de una organización humanitaria hasta la plaza del Souvenir. Los hoteles se llenan de visitantes, en los cafés y bares, ya de por sí animados, se habla de pintura o de videocreación y los espacios culturales de siempre florecen con la presencia de artistas venidos de todo el continente. Es la Bienal de Arte Africano Contemporáneo, Dak’Art 2014, que en esta edición pretende unir la estética y la política, el arte con la gestión de lo colectivo.
Producir lo común. Este es el lema escogido. La francocamerunesa Elise Atangana, el argelino Abdelkader Damani y el nigeriano Smooth Ugochukwu Nzewi, comisarios de la muestra, han seleccionado a un total de 61 artistas para la exposición internacional, auténtico corazón de la Bienal, en la que ninguno de ellos había participado con anterioridad. La idea, según han expresado Atangana, Damani y Nzewi, es “unir la estética y la política, nos interesan las nuevas formas de creación usadas por los artistas contemporáneos (de África y de más allá) para desarrollar un pensamiento crítico sobre el arte y sobre el proceso de creación artística como una vocación pública y de espíritu colectivo”. Además, Dak’Art 2014 ha querido rendir homenaje a tres grandes creadores senegaleses. Se trata del pintor Mamadou Diakhaté, el escultor Moustapha Dimé y el polifacético Mbaye Diop, recientemente fallecido.
Documental sobre el Dak'Art (en francés con subtítulos en inglés).
Antes, en una ceremonia celebrada en el Teatro Sorano, cayeron los galardones. El premio Léopold Sedar Senghor, el más importante, fue a parar a manos del pintor y arquitecto argelino Driss Ouadahi y del artista multimedia, diseñador de muebles, escultor y muralista nigeriano Olu Amoda. En buena medida, ambos representan esa África que ya no necesita justificarse a sí misma y que rompe todos los estereotipos, que está en el mundo no como una excepción exótica o desconectada, sino como parte de él de pleno derecho. El resto de galardonados fueron la camerunesa Justine Gaga, el senegalés Sidy Diallo, la tunecina Faten Rouissi, el zambiano Milumbe Haimbe, los también senegaleses Amary Sobel Diop y Gibril André Diop, la sudafricana Nomusa Makhubu y la tunecina Houda Ghorbel.
También bajo el paraguas de la Bienal, Dakar acoge estos días numerosos seminarios, encuentros y mesas redondas en los que se abordará, entre otros asuntos, los “oficios del arte”, así como el Salón de la Escultura Africana y, por primera vez, el proyecto Art-Vert. En el Jardín Botánico de la Facultad de Medicina de la Universidad Cheikh Anta Diop, el congolés Barthelemy Toguo ha diseñado un mapa de África con plantas junto a esculturas antropomórficas talladas en madera. Arte con material reciclado, naturaleza mezclada con creación. Y, como cada año, hay un hueco especial para la diáspora, así como para artistas invitados que proceden de otros continentes
Pero la cara más distendida y popular de la Bienal, la más callejera, se muestra una vez más en el denominado Dak’Art Off, más de 600 artistas y 270 espacios repartidos por toda la ciudad, e incluso más allá hasta la turística e histórica Saint Louis, que acogen todo tipo de experiencias artísticas. Imposible pasear por la ciudad y no tropezarse con las banderolas celestes que anuncian una exposición o un evento, descartado escapar a este frenesí que pretende mostrar que África está viva y crea. Sin complejos y sin miramientos. Con sus diferencias y peculiaridades, pero, al mismo tiempo, conectada y con propuestas. Si perderse por Dakar es siempre una buena idea, quizás ahora lo sea más que nunca.