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El arte de evangelizar

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Evangelizar es enseñar el arte de vivir en comunión. El Evangelio nos enseña cómo se lleva a cabo la realización del hombre; nos muestra el camino que lleva a la felicidad. Sabemos que el mayor bien que le podemos hacer a una persona no es el de darle cosas, y menos el de reducirlo a la nada o manipularlo, sino el de ayudarle a ponerse de pie para luego iniciarse en su proceso de realización, y esto Jesucristo lo hizo por medio de la evangelización: dándonos su palabra y su vida para enseñarnos el arte de amar y el arte de servir, camino para vivir la comunión con Dios como hijos y con los demás como hermanos con la disponibilidad de compartir de manera solidaria para que todos vivamos con manera justa y digna.

            Evangelizar quiere decir mostrar el camino que enseña el arte de vivir en comunión. El Señor Jesús dijo al inicio de su vida pública: “He venido a evangelizar a los pobres” (Cf. Lc 4, 18). Más tarde nos dice: “vengo para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). También nos dice: “he venido a encender un fuego y cuanto ardo en deseos de verlo arder” (Cf. Lc 12, 49).

            Con otras palabras Jesús nos dice: Yo tengo la respuesta a la pregunta fundamental sobre el hombre. Yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad: más aún, “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6).

            El capítulo 4 del evangelio de San Lucas nos describe la acción misionera del Señor: “El Espíritu del Señor está sobre mí me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres....dar vista a los ciegos.....liberar a los cautivos y a los oprimidos...” eso es Evangelizar. ¿Quienes son los pobres? ¿Dónde se encuentran?

            La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio por la vida, la pérdida del sentido de la vida, el no saber para qué se vive. Pobreza que se encuentra hoy muy extendida, no respeta fronteras, ni estratos sociales, ni sexos, ni religiones. Pobreza que se manifiesta con formas muy diversas. Hoy día son muchísimas las personas que viven arrastrándose buscando razones para sentirse bien. Recurren a la química para ser felices, y al final terminan en situaciones de esclavitud, de desgracia de no salvación (adicciones). Con el rostro y el corazón endurecidos, pierden la capacidad de sonreír, de dar amor.

            La incapacidad de auténtica alegría produce y supone la incapacidad de amar; produce la envidia, el rencor, la venganza, los vicios que arruinan a las personas y llevan el sufrimiento a las familias. Muchos son los hombres que buscando el camino de la felicidad atrofiaron los dones que Dios les dio para su propia realización y para la realización e los demás: su capacidad de relacionarse con los demás; la capacidad de decidir por sí mismos, de ser libres y de ser responsables (Cf. Lc 15, 11- 13).

            Los ciegos y los sordos, los mudos y los paralíticos del Evangelio somos nosotros cuando nos dejamos atrofiar por el pecado, que no es otra cosa que negarse aceptar el plan de vida que Dios en su gran misericordia propone a todo ser humano. Cuando el hombre abandona los terrenos de Dios: la verdad, el amor, la libertad, la justicia, entra entonces en los terrenos de la “impiedad” en los que no se reconoce a Dios, ni se le da gloria ni se le da gracias.

El Camino a seguir

            El camino es el encuentro personal con Jesús el Señor. Jesús Buen Pastor busca a la oveja perdida, la busca hasta encontrarla. ¿Qué significa dejarse encontrar? No es cosa de encontrar a Dios, sino mas bien de dejarse encontrar por él (Cf. Lc. 15, 1-4). Lo primero es lo primero. Dejarse encontrar para vivir la más hermosa experiencia de saberse amado por Dios. “Dios me ama” aún a pesar de mis pecados (Cf. Jn 16, 8). Dejarse encontrar significa cuatro sencillas verdades:
            • Reconocer que no somos felices por que estamos vacíos de Dios, de amor, de valores.
            • Reconocer que nos hemos equivocado. Soy pecador y he errado en el blanco. Busqué la felicidad en la droga, dinero, placeres, e hice de mi vida un caos, un vacío.
            • Reconocer que estamos necesitados de ayuda. Yo solo no me puedo salvar ni salvar a otros, El hombre no es la medida para el hombre. Sólo Cristo puede llenar los vacíos del corazón y darle sentido a mi vida.
• Reconocer que esa ayuda solo puede venir de Dios, es Jesús. “Sólo él tienes palabras de vida eterna”, y con palabras de un testigo: “nosotros hemos creído que tú eres el Hijo de Dios, el Mesías (Cf. Jn 6, 67- 68).

            Dejarse encontrar es dejar a Jesús lavar nuestros pies y nuestras redes (Cf. Lc 5, 2; Jn 13, 13). El dejarse encontrar por el Buen Pastor nos inicia en un proceso de conversión del corazón que implica: ser justificados, reconciliados, salvados y santificados. Hombres en camino de reproducir la imagen de Jesús, el Cristo de Dios. Lo anterior es gracias a la acción del Espíritu Santo que actualiza hoy en nuestra vida la acción salvadora de Dios, para que después realizamos las “buenas obras” que Dios nos ha destinado a realizar (Cf. Ef 2, 10).

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