La inmensa mayoría de las culturas ha considerado –y sigue haciéndolo- bienaventurados y
felices a los ricos.
A aquellos que pueden vivir sin preocuparse por el mañana.
Si tienes que vivir preocupado y angustiado por si podrás comer mañana, resulta evidente
que no eres feliz y mucho menos “bienaventurado” porque el futuro se presenta negro, suponiendo
que te quede capacidad para pensar en el futuro.
Jesús rompe los “lógicos esquemas humanos”, declarando bienaventurados a los pobres.
Nos presenta los incomprensibles caminos de Dios.
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