Jesús nació en el pueblo judío. La religión tenía más de 600 normas, preceptos, leyes
que todos debían cumplir. Imposible hacerlo. Por eso el sentimiento de estar en pecado o
ser “impuro” era permanente.
Se multiplicaban las celebraciones de perdón en el templo, lo cual suponía una fuente de
ingresos para los sacerdotes.
Había que purificarse continuamente, cosa que se hacía con el agua. Por eso no es
extraño en el Caná, donde Jesús va a participar de una boda que duraba una semana,
hubiera seis tinajas de 100 litros cada una, para que los participantes se “purificaran”.
El primer signo (milagro) de Jesús, tal como lo relata el evangelio de Juan, va encaminado
a cambiar ese tipo de religiosidad.
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