La curación de la hemorroísa, una mujer que sufría pérdidas de sangre, aparece en el evangelio
“cortando” el relato de la resurrección de la hija de Jairo, un dirigente de la sinagoga
judía.
La niña había muerto de golpe. La mujer va muriendo poco a poco… como tantos enfermos
es marginada de la comunidad.
Parece un milagro “menor” frente a la resurrección de una niña. Pero el relato evangélico le
da una especial importancia.
La experiencia nos dice que al desangrarse la persona muere. Si el proceso era lento significaba
un castigo de Dios.
Para la cultura judía, como para tantas otras, la sangre y la vida se identificaban.
La hemorroísa era vista como una persona a la que Dios le quitaba la vida poco a poco.
Jesús quiere cambiar esa mentalidad y de ahí la importancia que da a este signo: Dios no
quita la vida, es fuente de Vida.
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