El segundo mayor Estado de África, detrás de Argelia, tendrá finalmente la cita con las urnas después de dos aplazamientos, en diciembre de 2016 y el 23 de diciembre pasado. Para la consulta están inscritos 21 presidenciables (aunque al menos dos renunciaron a favor de otros dos participantes) y más de 15 mil aspirantes a las diputaciones provinciales y nacionales.
A las urnas están convocados más de 40 millones de congoleños en una nación con más de 250 etnias y 90 millones de habitantes. El este del país es especialmente violento debido a la acción de grupos irregulares armados, incluidos grupos de Ruanda y Uganda.
En materia de riquezas es uno de los más agraciados en el mundo dada sus reservas naturales de coltán, uno de los minerales raros más importantes en la fabricación de teléfonos celulares y equipamiento espacial.
Desde el punto de vista social clasifica como uno de los más atrasados del continente, con más de 71 por ciento de pobreza y deficientes servicios de agua potable y electricidad.
Sin embargo, sus servicios sanitarios pudieron -hasta ahora- contener la peor epidemia de ébola en el país a dos provincias (Kivu del Norte e Ituri). Lejos de estar controlado, el brote ya dejó más de 350 muertos en casi 600 casos.
Para relevar a Joseph Kabila, desde 2001 en el poder, existen tres candidatos escapados y que dominaron la campaña electoral, marcada por la violencia en la realidad, y las noticias falsas y ofensas a nivel de las redes sociales.
La mayoría de las encuestas situaron como favoritos al oficialista Emmanuel Shadary (Frente Común por el Congo), Felix Tshisekedi (Rumbo al cambio) y Martin Fayulu (Lamuka, en lengua lingala significa despierta). El resto ha sido prácticamente invisible.
Durante toda la campaña las confrontaciones -que incluyeron el saboteo de mítines, vandalización de oficinas de partidos y riñas entre simpatizantes de distintas fuerzas- dejaron saldo de al menos una decena de muertos y numerosos heridos.
No han faltado llamados de sectores internos y actores externos para poner coto a esos peligros, que parecen incubar un conflicto poselectoral.
Circularon bulos sobre el abandono de la carrera por parte de unos candidatos a favor de otros. Sucedió con Samy Badibanga, supuestamente adherido a Shadary, y Marie-Josée Ifoku (la única mujer en la liza), falsamente unida a Tshisekedi.
Mención aparte para la polémica en las redes sociales sobre un posible falso diploma de Tshisekedi, un tema que no fue aclarado, y que de comprobarse hubiera costado la habilitación al presidente de la Unión por la Democracia y el Progreso Social.
Hubo dos casos de ausentes presentes, se trata de los inhabilitados Jean Pierre Bemba (condenado a un año por soborno de testigos por el Tribunal Penal Internacional) y de Moise Katumbi (con deudas con la justicia) y que estuvo durante semanas anunciando su retorno al país hasta que finalmente lo intentó y las autoridades no lo dejaron aterrizar.
Solo falta que cuando los congoleños vayan a las urnas y esperen por los resultados (probablemente en el nuevo año), las cuartas elecciones en su historia se conviertan en las primeras con una transición pacífica.
Hasta hace poco, el único horizonte de Molly era el fin de la jornada. Trabajar de un campo a otro, ganar suficiente dinero para comer y vuelta a empezar. "Un círculo sin fin del que no lograba salir", cuenta la keniana, de 25 años.
Una historia como tantas otras en su aldea de la región de Bondo, en el oeste de Kenia, donde la mayoría de los habitantes llevan una vida más que modesta, encorvados en los campos de maíz, mijo o algodón.
Pero todo eso, explica, era antes de que se introdujera, en 2016, la renta mínima universal en su pueblo, en el marco de un estudio a gran escala realizado en un periodo de 12 años.
Molly recibe 2.250 shillings mensuales (22 dólares), una suma que, según ella, "cambió todo". "Pude ahorrar para pagar los estudios de maestra de educación infantil", afirma, orgullosa, en su casa de hormigón y tejado de chapa, mientras algunas gallinas picotean a su alrededor. "Eso fue un pequeño empujón que dio un giro a la situación".
Gracias a sus estudios, ahora trabaja en régimen de prácticas remuneradas en la escuela del pueblo. Con la renta mínima universal y algunos pequeños trabajos, Molly tiene más del triple de ingresos de los que tenía y gana unos 5.000 shillings (43,30 euros) al mes.
Y, sobre todo, dice, puede mirar hacia el futuro. "Antes a penas tenía suficiente dinero para sobrevivir, mientras que ahora tengo proyectos. Pronto obtendré mi título de institutriz", destaca. "Incluso voy al peluquero una vez cada dos meses", agrega, sonriendo.
- Debate mundial.
La aldea de Molly -cuyo nombre se mantiene en secreto para no atraer a más gente- es uno de los que la oenegé estadounidense Give Directly escogió para ensayar la renta mínima universal en la región de Bondo, seleccionada por su nivel de empobrecimiento, su estabilidad y la eficacia de un sistema de transferencia de dinero por teléfono utilizado en Kenia.
Creada en 2010, esta organización, activa en varios países africanos, se desmarca de la ayuda humanitaria "tradicional" y opta por darle el dinero directamente a la gente, en lugar de "decidir en su lugar" qué es lo que necesitan, explica Caroline Teti, responsable del área de relaciones exteriores de Give Directly en Kenia.
Ahora, desea estudiar la eficacia de los ingresos mensuales.
"Planteamos una serie de preguntas: cuando damos el dinero a la gente cada mes, ¿dejarán de trabajar? ¿tomarán riesgos en sus inversiones sabiendo que tendrán más ingresos pase lo que pase?", explica Teti. "¿Cómo afecta eso a sus aspiraciones?".
"Hay un debate a nivel mundial sobre la renta universal y queremos pruebas para avanzar", añade, indicando que el estudio se inscribe en un contexto específico de "alivio del a pobreza en África". "En Occidente, el debate sobre la renta universal es otro y gira, sobre todo, en torno al papel del Estado del bienestar o de las pérdidas de empleo".
La aldea de Molly es un "piloto". El verdadero estudio, que empezó en enero, se lleva a cabo en decenas de aldeas de la región.
En total, se beneficiarán del programa unas 20.000 personas. Los habitantes de 40 de éstas recibirán 2.250 shillings al mes durante doce años, mientras que los de 80 aldeas recibirán la misma suma durante solo dos años. Los residentes de otras 76 aldeas recibirán, por su parte, 51.000 shillings (440 euros) en dos tandas con dos meses de intervalo, un modo de funcionamiento más parecido al que la oenegé ha llevado a cabo tradicionalmente.
- Límites.
"En una situación de conflicto, por ejemplo, la gente se ve afectada más allá de las [necesidades] básicas y quizá se hayan quedado sin un lugar para dormir. En ese contexto, una renta fija básica puede formar parte de la solución, pero no puede ser la única solución", subraya Teti.
Además, la responsable recalca que ese programa no persigue sustituir al Estado para la construcción de escuelas u hospitales.
A la pregunta de si la renta universal se le había subido a la gente a la cabeza, todos los habitantes de la aldea contestan lo mismo: "2.250 shillings no basta para comprar cosas inútiles, solo es suficiente para alimentarse y salir de la pobreza", considera Samson, un empresario de 72 años.
Monica advierte: "Quizá, en el futuro, algunos olviden lo que pasaron y empezarán a comprar cosas estúpidas...". Pero luego añade: "Pero no creo que eso suceda".
El amamantamiento como alimento exclusivo podría evitar 30.000 muertes en los próximos 10 años en el país, según Unicef
La lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de la vida de un bebé es suficiente para alimentarlo y protegerlo frente a las infecciones gastrointestinales, que en Etiopía son bastante corrientes. Aunque cada vez son más las madres etíopes que optan por amamantar a sus hijos, el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) tiene claro que una mayor inversión para promover esta práctica ayudaría a salvar miles de vidas más.
Actualmente, un 73% de las madres etíopes practica una "iniciación temprana en la lactancia", por ejemplo con el contacto piel con piel con sus bebés tras dar a luz, y el 58% amamanta de forma exclusiva a sus hijos hasta los seis meses, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), explica el jefe de nutrición de Unicef en Etiopía, Eric Ategbo.
"Las pruebas de que disponemos muestran una mejora significativa en las prácticas de lactancia materna", incluso con madres que amamantan a sus hijos hasta los uno o dos años, añade, subrayando que "la iniciación temprana de la lactancia ha aumentado de forma significativa, pasando del 52% en 2011 al 73% en 2016".
Este aumento, reconoce Ategbo, "muy probablemente tiene que ver con el reciente impulso a los partos en centros médicos", si bien solo el 16% de los alumbramientos en el país son asistidos por personal sanitario cualificado. El 73% de las mujeres etíopes sigue dando a luz en casa, con los riesgos que esto conlleva para el futuro de sus hijos y el suyo propio por posibles complicaciones.
En Etiopía, según las estimaciones de Unicef, 90.000 recién nacidos —hasta los 28 primeros días de vida—murieron en 2016, siendo esta la principal causa de muerte entre los niños menores de cinco años. Actualmente, la tasa de mortalidad de los recién nacidos es de 28 por cada 1.000, mientras que la de los menores de cinco años es de 59 por cada 1.000. Esta última cifra se ha reducido de forma drástica desde 1990, cuando era de 205 por cada 1.000.
Pero invertir en lactancia materna podría evitar algunas de estas muertes. Según defiende Ategbo, "si la inversión en lactancia materna aumentara en los próximos 10 años en 56 dólares (unos 47 euros) por niño", en un país que es el segundo más poblado de África y supera los 90 millones de habitantes, 13 millones de ellos menores de cinco años, "1,7 millones de niños serían amamantados de forma exclusiva y 30.000 muertes se evitarían".
Además, el acceso a instalaciones médicas también es "crítico" para la supervivencia de los niños, no solo para que les curen cuando estén enfermos, sino también "para recibir atención preventiva tan esencial como puede ser la vacunación", defiende el responsable de Unicef. Según la agencia de la ONU, el 86% de los menores de un año están vacunados contra la difteria y el tétanos y el 78% contra el sarampión.
Reducción de la desnutrición crónica
Otro de los factores clave en la supervivencia de los más pequeños es la alimentación. En este ámbito, según Ategbo, Etiopía ha realizado "progresos impresionantes" en los últimos años logrando que la desnutrición crónica, la cual afecta al desarrollo físico y cognitivo de los niños, haya pasado del 58% en 2000 al 38% en 2016.
Esta reducción ha sido posible "gracias al fuerte liderazgo del Gobierno, que ha puesto la nutrición en el centro de su agenda de desarrollo, con el apoyo de sus socios en la materia, entre ellos Unicef", si bien "aún cuatro de cada 10 niños siguen sufriendo este problema", resalta el responsable nutricional.
"Estos niños no alcanzarán su pleno potencial, tendrán un resultado académico más bajo y es probable que ganen menos como adultos", lamenta Ategbo, denunciando que la desnutrición crónica atrapa a los niños en "un ciclo de pobreza y privación intergeneracional". Además, prosigue, "las madres malnutridas es más probable que den a luz a niños más pequeños, que luego se enfrentan a mayores riesgos de crecer siendo adolescentes y adultos malnutridos".
Pese a los esfuerzos para reducir la malnutrición en Etiopía del Gobierno y las organizaciones humanitarias, la variante más mortífera de este fenómeno, la desnutrición aguda severa que deja a los niños a un paso de la muerte a menos que reciban tratamiento se ha estancado, en buena medida por la grave sequía que ha azotado al país en los últimos años. Así, ha pasado del 12% en 2000 al 10% en 2016, según datos del último estudio demográfico y sanitario del país.
Vulnerabilidad ante las sequías
"Los niños son a menudo los más vulnerables en momentos difíciles comosequías o inundaciones" puesto que "ellos y sus familias no consumen una cantidad o variedad suficiente de comida y su estado de salud se deteriora, lo que a menudo lleva a desnutrición aguda". Los niveles son especialmente altos en las regiones del sur y el este, las más golpeadas por la sequía.
Afortunadamente, en el caso de Etiopía, "el tratamiento de la desnutrición aguda severa ha sido integrado en el sistema de salud y está siempre disponible". "Este es un logro destacable en comparación con otros muchos países donde este tratamiento solo está disponible durante las emergencias", resalta Ategbo, "lo cual ha contribuido a reducir el riesgo de muerte y enfermedad entre los niños".
Unicef está apoyando al Gobierno etíope en los servicios preventivos, de promoción y de tratamientos nutricionales en todos los niveles. Además, la agencia de la ONU trabaja a escala comunitaria desde 2008 en materia nutricional ofreciendo suplementos de vitamina A, desparasitación, asesoramiento sobre alimentación adecuada para bebés y menores y tratamiento de desnutrición aguda, indica Ategbo.
"El hecho de que los servicios tanto de tratamiento como de prevención estén disponibles siempre ha reforzado la situación nutricional de los niños y les ha permitido recuperarse mejor de las sequías", resalta el responsable de Unicef.
Pese a todos estos logros y avances, "los niños siguen siendo vulnerables y las necesidades siguen siendo elevadas, especialmente debido a las devastadoras sequías de los últimos años", subraya Ategbo, que apela a los donantes a seguir apoyando al país. De los 111 millones de dólares solicitados por Unicef para atender las necesidades humanitarias en Etiopía en 2018, solo se han recibido 81, mientras que la partida destinada para nutrición, de 41 millones de dólares, tiene actualmente una brecha de 32 millones.
Eritrea, uno de los países más pequeños y desconocidos de África, ha sido por décadas un verdadero misterio para la comunidad internacional, al punto de haberse ganado la reputación de ser la Corea del Norte africana (Ver: “Eritrea: El país más lejano del mundo”.) Aunque para sorpresa de todos, un notorio proceso de deshielo se ha iniciado en el país con temperaturas que suelen superar los 40°.
En septiembre pasado, un acontecimiento, de modesta repercusión a nivel mundial, pero de trascendencia en la región del Cuerno de África, sorprendió a los analistas que siguen las escasas noticias, por lo general negativas, que genera el país del Mar Rojo.
Eritrea y Etiopía normalizaron sus relaciones después de haber tenido clausurada su frontera de más de 900 kilómetros durante veinte años. El retiro del Reino Unido en 1962, desencadenó una guerra por la independencia de Eritrea de la “joven” Etiopía, que se prologó desde aquel año hasta 1993, en que finalmente Eritrea logró su independencia. Aunque las disputas fronterizas provocaron otra guerra que se prolongó de 1998 hasta 2000, año en que se cerraron las fronteras y cualquier tipo de negociación hasta el último 10 de septiembre, terminado el largo conflicto que generó más de 200 mil muertos.
En la ciudad saudita de Yeda, en presencia del el Salman bin Abdelaziz, y secretario general de la ONU, António Guterres, el presidente eritreo Isaias Afwerki, junto al Primer Ministro etíope Abiy Ahmed, ratificaron el acuerdo del 9 de julio, que establecía “el fin del estado de guerra”, a pesar de que en 2016, habían vuelto a sonar tambores de guerra entre ambas naciones (Ver: Eritrea-Etiopia: Las guerras de humo).
Este acuerdo que establece las conexiones telefónicas, la reapertura de líneas aéreas directas y una mayor cooperación económica y comercial, algo de suma importancia para Etiopía, ya que carece de salida al mar y contará con acceso al Mar Rojo por puertos eritreos significará sin duda una importante y rápida salida para sus exportaciones, del mismo modo que se rompe el aislamiento político y económico de Eritrea (Ver: “Eritrea: el pueblo más triste del mundo”.)
Tras el anuncio formal del fin del conflicto y el restablecimiento de relaciones comenzaron aparecer las verdaderas voluntades de este acuerdo. Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) anunciaron la construcción de un oleoducto que conectará a la ciudad portuaria de Assab (Eritrea) con Addis Abeba (Etiopía), por donde el petróleo etíope, podrá embarcar rumbo a mercados internacionales. Por otra parte los EAU, tras el acuerdo otorgaron una ayuda de tres mil millones para Etiopía, lo que incluye mil millones para su banco central, mientras que sus empresas estatales anunciaron planes de inversión para Etiopía.
El gobierno emiratí participó en las sombras del acuerdo político y ya está comenzando a sacar la mayor tajada. Con este acierto, de Abu Dhabi, y también sauditas y norteamericanos salen gananciosos, no solo por la cuestión de los recursos petroleros de Etiopía, sin que con esta jugada se cierren las posibilidades para entrar en este negocio a Irán y al reciente enemigo de Riad, el Emirato de Qatar, que pugnaban por entrar en el Cuerno de África, (Djibouti, Eritrea, Etiopia, Somalia). La estratégica región que prácticamente envuelve al estrecho de Bab-el-Mandeb, (La Puerta de las Lamentaciones) una vía marítima clave que vincula el Océano Índico y el Mediterráneo, desde el Golfo de Adén y el Mar Rojo, hasta el Canal de Suez, por donde pasa un enorme flujo comercial, particularmente petrolero, que se estima en unos 4 millones de barriles de crudo al día en ruta hacia Europa y los Estados Unidos, es clave para el equilibrio comercial de occidente.
Es creciente la participación, no solo, de las naciones del Golfo Pérsico, en esta estratégica región sino también de Turquía que junto a Qatar, han dado un fuerte apoyo al gobierno somalí en su guerra contra la banda integrista al-Shabaab, afiliada a al-Qaeda, tras el fin del programa de entrenamiento militar que Abu Dhabi estaba dando a Mogadiscio.
Los EAU, también cuentan con una base militar en Assab (Eritrea), estratégicamente ubicada a unos pocos kilómetros de las costas yemeníes, al otro lado del Mar Rojo la que utilizan en sus incursiones en la guerra contra esa nación. Mientras que Arabia Saudita ha otorgado importantes créditos a Etiopía, para aliviar la grave escasez de divisas extranjeras.
Un día después del cierre de los acuerdos entre Eritrea y Etiopía, se anunció también el fin del conflicto que Eritrea, mantenía abierto con Djibouti, desde hace más de una década por la isla de Dumeira, lo que prácticamente terminó con los hipótesis de conflictos bélicos en la región del Cuerno de África, y sin duda abre todavía más la posibilidad de nuevas inversiones, de los muchos jugadores internacionales que se están disputando el continente palmo a palmo.
La guerra por el Cuerno.
La estratégica posición geográfica del Cuerno de África, ha obligado no solo a las potencias regionales, sino a los Estados Unidos, China y Rusia a enfocar su atención en el predominio político de esa geografía.
La ex colonia francesa de Djibouti se ha convertido en un gran campo de asentamiento de bases militares de distintas potencias (Ver: “Djibouti: A la sombra de las armas”.) Donde Estados Unidos, posee, Camp Lemonnier, con más de 4 mil hombres, China construye la suya en cercanías de la ciudad de Tadjourah, al norte del país ya que tanto Djibouti como Eritrea son parte importante para su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda. También tienen bases militares en Djibouti, franceses, británicos, italianos, españoles y sauditas, al tiempo que Rusia está por concretar la suya, aunque con la apertura de Eritrea, podría intentar establecerla allí.
Con la nueva apertura política de Eritrea, sin duda su territorio se convertirá en una atractiva posibilidad para que más bases militares de diferentes potencias se instalen a orillas del Mar Rojo y profundicen así la pugna por el predominio del control en África Oriental.
Moscú por su parte por intermedio Sergei Lavrov, su ministro de Relaciones Exteriores anunció que tras la mejora de las relaciones etíopes-eritreas, las empresas rusas incrementaran sus inversiones en la región con la concreción de su participación en el oleoducto regional y establecimiento de un centro de tecnología nuclear dedicado a la investigación en Etiopía.
Si bien esta lluvia de la abundancia que parece ahora estar derramándose sobre el Cuerno de África, está muy lejos de solucionar los problemas más elementales de sus pueblos sumidos en la más extrema pobreza, con décadas de guerras, que han provocado un atraso pavoroso.
Habría que ser muy inocente para considerar que los intereses tanto de las grandes potencias, como de las naciones del Golfo Pérsico, que hoy pelean por sus posibilidades en África, no es otra cosas que intereses comerciales, que más tarde o temprano, desencadenaran nuevas guerras, con los mismos viejos argumentos de siempre y que provocaran más muertos y más atraso.
A Occidente (entiéndase también a las monarquías sunitas del golfo) que China se siga afianzando en África y que puedan hacerlo también Rusia e Irán.
Los planes bélicos del Pentágono en África no se han hecho otra cosa que incrementarse desde la presidencia de Donald Trump, instalando bases secretas y no tanto en Chad y Somalia. Dando vía libre a Riad para que ejerza en África Oriental el mismo rol que ha jugado por décadas en Medio Oriente, de impedir el desarrollo de los pueblos donde tiene injerencia. Por lo que la vuelta al mundo de Eritrea, solo puede ser considerada como una nueva articulación del Departamento de Estado en su guerra con China, por ahora solo comercial.
Más de 20.000 sursudaneses han huido a la vecina Etiopía debido a la inseguridad y al hambre en su país desde principios de este año, informó hoy la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) en Sudán del Sur.
En un comunicado, detalló que en diciembre de 2017 había 419.000 refugiados de Sudán del Sur en Etiopía y ese número aumentó hasta 440.000 al final del mes de abril, lo cual se debe principalmente a la inseguridad y el hambre en aumento en el conflictivo país.
La OCHA señaló que en el primer cuatrimestre de 2018 aumentó la violencia entre comunidades y el conflicto armado en los estados de Unidad, Yonglei y Alto Nilo, provocando el desplazamiento de miles de personas.
Por ejemplo, señaló uno de los incidentes en los que cerca de 15.000 personas huyeron de sus hogares debido a un ataque para robar el ganado en el condado de Pibor, en Yonglei, durante el cual también fueron secuestrados 30 mujeres y niños.
La OCHA recordó que Etiopía es el segundo país que más refugiados sursudaneses hospeda, después de Uganda, donde hay más de un millón de personas.
Según datos de la ONU, 4,2 millones de sursudaneses han tenido que abandonar sus hogares debido al conflicto armado y 1,74 de ellos se encuentra desplazado en el interior del país, mientras que el resto ha huido a Estados vecinos.
Estos datos se traducen en que uno de cada cuatro sursudaneses está desplazado.
Las agencias de la ONU calculan que 7 millones de personas en Sudán del Sur pueden afrontar una grave escasez de alimentos en los próximos meses si no reciben ayuda humanitaria urgente.
La guerra en Sudán del Sur comenzó en diciembre de 2013 y ha derivado en un conflicto de trasfondo étnico que ha causado unas 10.000 muertes