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El 24 de marzo, el primer ministro indio, Narendra Modi, declaró el confinamiento nacional por tres semanas. El protocolo de emergencia cerró lugares públicos y restringió el transporte, y dejó las políticas de restricciones a los Gobiernos estatales.

El anuncio impulsó un éxodo de trabajadores migrantes con la esperanza de escapar de las ciudades hacia sus casas rurales después de perder sus trabajos por los cierres laborales. Este movimiento masivo de personas está infundiendo miedo de que el contagio del virus se vuelva más difícil de controlar.

 

Desde el 24 de marzo, la economía india ha sido testigo de la llegada de millones de personas a las ciudades, provenientes de zonas rurales. El sector de la construcción fue uno de los rubros con más crecimiento económico: le dio empleo a casi 50 millones de trabajadores. Muchos firmaron contratos por fuera de la ley de trabajo y obtuvieron salarios diarios o semanales muy bajos. El reciente quiebre en todas las actividades económicas debido al confinamiento ha dejado a estos trabajadores sin empleo y, en algunos casos, sin acceso a alimentos. Muchos cokmaron las estaciones de trenes y de autobuses para dejar la ciudad, pero la suspensión del transporte público y privado sin advertencia previa los dejó sin la posibilidad de volver a casa. Además, los pone en riesgo de infección.

 

Cientos de pasajeros, en su mayoría trabajadores de Bengala Occidental y otros estados del norte, están varados en la estación de trenes de Chennai Central. Un pequeño grupo de la policía ferroviaria, que no tienen ni idea, ni siquiera tienen un micrófono para comunicar el mensaje. “Distanciamiento social” parece un chiste en esta situación.
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Cuando la ciudad entera se encuentra en confinamiento, ¿por qué los trenes no tienen un mejor manejo de las masas, un mejor sistema de información, más personal, comida y provisiones para estos más de mil trabajadores varados? En cambio, aquí se ve que se asingó a un puñado de policías sin ninguna estrategia y sin máscaras.

 

Debido a la cancelación del transporte, muchos trabajadores migrantes a lo largo del país comenzaron a caminar hacia sus pueblos natales.

 

En medio de la crisis, el gobierno de Modi anunció un tardío paquete de asistencia de 23 000 millones de dólares, pero olvidó de mencionar a los trabajadores migrantes afectados. Mientras tanto, las redes sociales se han estado inundando de imágenes de maltrato policial contra las personas que no acatan la orden que el gobierno de Modidio en respuesta a los informes televisivos sobre los movimientos migratorios masivos.

 

Otro resultado del confinamiento no planificado fue la interrupción del abastecimiento de alimentos a las poblaciones pobres y marginadas. Aunque el Gobierno garantizó que los servicios esenciales estarían exonerados del confinamiento, los sectores más pobres de la población que dependen de las raciones de comida quedado abandonados, incluso en la capital.

 

Al 8 de abril, a menos de una semana del fin del confinamiento, las autoridades están planeando una reanudación de varios servicios de transporte. El mayor desafío indudablemente siguen siendo los focos de infección que se formaron en las zonas más pobres y con mayor densidad poblacional en los suburbios de Bombay y en Nizamuddin, Nueva Delhi. La Organización Mundial de la Salud aconsejó que mantener el distanciamiento social es una de las estrategias más efectivas para evitar la transmisión comunitaria de esta enfermedad infecciosa. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo en un país en el que casi 70 % de la población reside en viviendas de una o dos habitaciones, o no tienen hogar.

Un nuevo informe de varios organismos de ONU presentado hoy reclama la adopción de medidas urgentes para hacer frente al hambre y la desnutrición que sufren casi 500 millones de personas en Asia y Pacífico.

 

Calificadas como las regiones del planeta con la más severa crisis alimentaria, el documento advierte que para alcanzar allí el Hambre Cero como Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 (ODS 2) para 2030, al menos en la década que resta debe reducirse cada mes en tres millones el número de personas subalimentadas.

En esa región deben adoptase medidas decisivas, bien informadas y coordinadas, señala el texto suscrito por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según el informe, publicado en Bangkok y divulgado aquí por la FAO, los datos sobre el hambre, incluidas las carencias de micronutrientes, también conocidas como hambre oculta, retraso en el crecimiento de los niños y emaciación, reflejan una situación desalentadora, más los problemas nutricionales emergentes de sobrepeso y obesidad que también los afectan

En esa región se estima que 77,2 millones de niños menores de cinco años sufrían en 2018 retraso del crecimiento y 32,5 millones de emaciación, mientras el sobrepeso y la obesidad aumenta, tanto en niños como en adultos con las consabidas afectaciones negativas para la salud. 

El documento insta a ubicar a la nutrición en el centro de la protección social, como forma de contribuir a reducir la desigualdad y mitigar los efectos de los desastres.

Aunque el panorama es preocupante el informe de los organismos de ONU reconoce avances para mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición, y señala entre ellos la legislación nacional sobre la fortificación de alimentos y la implementación de políticas fiscales para promover dietas saludables. También destacan que el crecimiento económico continuado tiene el potencial de favorecer la seguridad alimentaria y la nutrición, aunque 'la creciente desigualdad socava esos avances positivos, al igual que las crisis y los desastres relacionados con el clima y los conflictos'.

Irak1

 

Los niños iraquíes son las víctimas de la terrible situación política en que se halla sumido el país desde antes del comienzo de la guerra liderada por EE. UU. Los efectos negativos sobre los niños se iniciaron con las duras sanciones de las Naciones Unidas contra el régimen de Saddam Hussein, considerablemente agravados por la guerra, cuyas consecuencias aún se sufren.

Incluso ahora, apenas pasa una semana en Iraq sin que los signos de violencia dejen tanto a niños como adultos con cicatrices físicas y mentales permanentes. Expertos como el Dr. Haithi Al Sady, del Centro de Investigación Psicológica de la Universidad de Bagdad, han advertido del alto número de niños que sufren trastornos de estrés postraumáutico (TEPT).

El TEPT puede tener consecuencias devastadoras en los cerebros infantiles, afectando negativamente en su desarrollo. Puede conducir a una reducción del área del cerebro conocido como hipocampo, que es fundamental para el procesamiento de la memoria y las emociones. Además, si no se trata, el TEPT puede provocar una amplia variedad de problemas de salud mental a lo largo de toda la vida.

La mayoría de los niños iraquíes que presentan problemas de salud mental se quedarán sin recibir tratamiento, ya que el número de psiquiatras infantiles en el país en insuficiente para atender con todos los que necesitan asistencia. El Dr. Haidr al-Maliki, que fue psicólogo militar durante el régimen de Sadam Husein, trabaja en la actualidad como psiquiatra infantil en el Hospital Ab Ibn Rushed de Bagdad. Es uno de los escasos psiquiatras infantiles que quedan en el país.

Un informe de UNICEF: “Nowhere to Go” [Ningún lugar adonde ir], detalla los efectos de la continuada violencia sobre los niños iraquíes. Según este informe, cinco millones de niños, en una población infantil total de 20 millones, necesitan ayuda humanitaria. Uno de cada cinco niños presenta retrasos en el crecimiento y más del 7% de los niños menores de cinco años sufren emaciación, una enfermedad que hace que el tejido muscular y el adiposo se “atrofien”.

Los niños están expuestos a metales pesados y neurotoxinas como consecuencia de las explosiones de las bombas y otras municiones, ya que ese armamento afecta no sólo a los atacados, también a quienes viven en las cercanías. Además, la contaminación provocada por el uranio empobrecido y otras poluciones relacionadas con los usos militares son probablemente la causa del aumento de malformaciones congénitas y cáncer. La Dra. Mozhgan Savabieasfahani, toxicóloga iraní, ha encontrado niveles “alarmantes” de plomo en los dientes de “leche” o “temporales” de los niños iraquíes con defectos congénitos.

La guerra y la continuada violencia en el país han tenido un impacto muy grave en la educación de los niños. Según los estudios de UNICEF, tres millones de niños no asisten a la escuela de forma regular y 1,2 millones de niños no asisten nunca. Además, la mitad de todos los colegios de Iraq necesitan de urgentes reparaciones.

Las infraestructuras de agua y saneamiento, dañadas por los intensos bombardeos y que aún no han sido reparadas, junto a un sistema sanitario debilitado, ponen en peligro la salud y supervivencia de los niños. Al menos el 70% de los niños desplazados (de un total de 1,5 millones) han perdido un curso entero de colegio. Los niños que sufren discapacidades no tienen acceso a la educación.

Entre enero de 2014 y mayo de 2017, 1.075 niños murieron asesinados y 1.130 resultaron heridos o mutilados. Además, 231 niños fueron reclutados para los combates. A pesar de las leyes contra el trabajo infantil, un gran número de niños se ven obligados a trabajar para poder satisfacer sus propias necesidades básicas y ayudar a sus familias.

Las fuerzas ocupantes británicas y estadounidenses y el gobierno iraquí no han cumplido sus deberes más básicos para con los niños de Iraq, según la Convención de la ONU sobre los Derechos de la Infancia. Iraq, Gran Bretaña y EE. UU. han firmado dicha Convención, pero EE. UU. es el único país estable en el mundo que no la ha ratificado. Los otros dos países son Somalia y Sudán del Sur.

Hay un imperativo moral de ayudar a los niños iraquíes para que tengan vidas normales. La guerra liderada por EE. UU. causó daños tremendos en la infraestructura sanitaria pública y en el tejido social del país. Aunque la guerra contra Iraq ha terminado, el ataque despiadado contra los niños iraquíes prosigue su curso.

El Dr. Cesar Chelala es asesor de salud pública internacional y ganador de varios premios de periodismo, entre ellos, el Overseas Press Club of America de 1979 por el artículo “Missing or Disappeared in Argentina: The Desperate Search for Thousands of Abducted Victims”.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2017/12/22/the-war-on-iraqs-children/

La Cruz Roja de Corea del Norte calificó como "extremadamente preocupante" la situación de salud en ese país a raíz del impacto en las sanciones que afectan al régimen de Pionyang, destaca hoy la agencia local Yonhap.

La valoración está contenida en una nota difundida en el sitio de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en la que resalta la necesidad de prestar mayor asistencia humanitaria a ese país.

El régimen de Pionyang es objeto de sanciones económicas y políticas de parte de Naciones Unidas y de Estados Unidos para forzar a Corea del Norte a que cese su programa balístico y nuclear que mantiene.

La nota del secretario general de la Cruz Roja en Corea del Norte, Ri Ho Rim, sostiene que "la situación se la salud (en el país es extremadamente preocupante" y "el impacto de las sanciones en las medicinas básicas es severo".

"Por ejemplo, la carencia de vacunas, medicamentos antivirales, 'kits' de pruebas rápidas, equipos de protección personal para los trabajadores de salud y desinfectante de manos se convirtieron en factores importantes del brote de influenza a comienzos de este año", dice Ri en la nota recogida por la Cruz Roja.

De acuerdo con los datos incluidos, 10,3 millones de personas sufren inseguridad alimentaria en el país, desnutrición y falta de acceso a los servicios básicos.

Estos problemas se agudizaron este año por una ola de calor, la sequía, los tifones, las inundaciones y los derrubios.

Alrededor de 125.000 niños de entre 10 y 19 años son portadores del virus en el subcontinente asiático. La mayoría de ellos, huérfanos o abandonados por sus familias, son uno de los grupos sociales más discriminados del país

 

Bakar [nombre ficticio] supo que era portador del VIH al sobreescuchar una conversación de su tía y su abuela a los 16 años. Sus padres habían muerto a causa del virus. Su hermano menor también es portador. Su familia no quería que tomara la medicación por miedo a que en su pueblo supieran que estaba infectado. A los 18 años llegó al hospital con 17 kilos y al borde de la muerte. Volvió a nacer y tomó la medicación. La abandonó por miedo a que sus vecinos supieran de su enfermedad. Se quedó ciego y ahora lucha por ser independiente. La historia de Bakar es la de uno de los 125.000 adolescentes que tienen VIH en India.

 

Bakar, nombre ficticio, supo que era portador del VIH al sobreescuchar una conversación de su tía y su abuela a los 16 años, cuando estaba en décimo curso, el equivalente a 4º de la ESO en España: “Mi familia intentó ocultármelo tanto tiempo como pudo. Tenían miedo de que se empezara a extender el rumor. Eran gente influyente en el pueblo, mi abuelo había sido alcalde de la localidad. Para ellos era una vergüenza que se supiera y por eso no me querían llevar al hospital”, explica este joven de 21 años, nacido en Bellary, un pueblo del estado de Karnataka (India).

 

India es el tercer país del mundo con mayor número de personas con VIH, por detrás de Sudáfrica y Nigeria. Lo sufren 2,1 millones de personas, de las cuales alrededor de 125.000 son adolescentes, de entre 10 y 19 años y en una proporción de 65.000 niños y 60.000 niñas. La mayoría de ellos, huérfanos o abandonados por sus familias, son uno de los grupos sociales más estigmatizados y discriminados en India. “En nuestro hospital tenemos 1.200 niños con VIH, más menores que en toda España”, asegura Gerardo Álvarez-Uría, jefe de Servicio del Programa de Enfermedades Infecciosas de la Fundación Vicente Ferrer.

“Empecé a perder peso, me costaba respirar, se me debilitaron los huesos, tenía mucha fiebre... Me enviaron al Hospital Público del Gobierno en Kurnool y de ahí me derivaron al Hospital de la Fundación Vicente Ferrer en Bathalapalli. Tenía mucho miedo, era mi primera vez en un hospital”, explica Bakar en una entrevista. De aquel día en el que el adolescente ingresó, Álvarez-Uría recuerda un dato aterrador: el niño, de 18 años, pesaba 17 kilos: “Llegó en una fase de sida avanzada y estuvo a punto de morir. Tenía tuberculosis y su corazón se le paró. Tuvimos que desfibrilarlo al menos 20 veces. Cuando pensamos que iba a morir, apareció el latido de su corazón en el monitor”, explica el doctor Álvarez-Uría a través de Skype desde Anantapur (India).

 

Los padres de Bakar murieron a causa del virus y no recibieron tratamiento. En 2016 solo el 53% de los adultos que padecen la enfermedad tuvieron acceso al tratamiento antirretroviral en India, según el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH/sida.

“Cuando en mi pueblo se enteraron que me habían llevado a Bathalaplli, un hospital tan lejano, empezaron a sospechar. No sé cómo se extendió el rumor, a lo mejor a través de mi familia, la gente que trabajaba con ellos, los vecinos... La gente no se acercaba a mí, me miraban… Estuve dos años entrando y saliendo del hospital. Dos meses en el hospital, dos días en casa. En mi pueblo me empezaron a ver como un alien. No me tomé correctamente la medicación durante una época y debido a una infección perdí la visión, primero de forma parcial y ahora total. Además durante una época tuve muchos problemas para andar, se me habían debilitado mucho los huesos”, explica Bakar, que ahora ha encontrado ayuda enEnable India, una organización en Bangalore para personas con discapacidad visual.

La presión social y la discriminación social que los enfermos de sida reciben en India son dos de las razones por la que la mayoría de los enfermos adolescentes abandonan la medicación o esconden que la están tomando. “Me levanto antes que el resto de mis compañeros de habitación y me pongo las pastillas en una bolsa de aire. Tengo los botes escondidos en el armario. Al principio me daba mucho miedo volver a relacionarme con gente, ya fueran mis compañeros del centro para personas con discapacidad o mis compañeros de habitación. Ahora paso todo mi día con ellos, aunque ninguno de ellos sabe que tengo VIH. Si se enteraran todo cambiaría. No me dejarían entrar en las habitaciones y el director de la residencia probablemente me echaría. Tendría que volver a irme, y no quiero”, explica Bakar sobre su nueva vida en Bangalore.

 

Desde 2009 la fundación Vicente Ferrer construyó el hospital Bathalapalli y dos orfanatos para dar cabida a aquellos niños y niñas que han perdido a sus padres y están en riesgo de exclusión. “Al principio era una batalla conseguir que se tomaran el tratamiento. Una vez conseguido esto nos hemos centrado en una segunda fase en la que hay otros problemas como la no aceptación de la enfermedad y los trastornos psicológicos que sufren”, explica Alvárez-Uría.

Antes de perder la visión debido a la infección el sueño de Bakar era ser abogado. “Me encanta hablar con la gente y seguir las normas. Sin embargo, ahora me gustaría ser contable, no un jefe de contables, simplemente contable. Aunque debo decir que no tengo grandes sueños. Mi único deseo es poder ser independiente y tener una vida normal”, sueña Bakar.

Atención psicológica, además de los antirretrovirales

Cada año la Fundación Vicente Ferrer organiza talleres formativos a jóvenes portadores del virus para que conozcan su situación y afronten el futuro con mayores garantías tanto para su saluda como para su autoestima. Un equipo de médicos y psicólogos, entre los que se encuentra Claudia Fortuny, pediatra voluntaria de la fundación desde hace 10 años, les hablan de la importancia de medicarse y de las limitaciones o síntomas con los que se pueden encontrar.

 

Uno de los temas que preocupan más a los chicos y chicas infectados con el virus del VIH es la posibilidad de casarse y tener hijos, en un país donde tradicionalmente el matrimonio tiene un gran peso en la sociedad, explican tanto Fortuny como Álvarez-Uría. “Una mujer embarazada que tiene el virus y toma las medicinas no tiene por qué contagiar a su bebé. Pero para eso tiene que seguir el tratamiento y cuidar bien de su salud”, explica Fortuny el mensaje que les ha hecho llegar en alguno de estos talleres y encuentros. Gracias a formaciones como esta los adolescentes son cada vez más conscientes de que también ellos pueden formar su propia familia y de que no están solos, expica Álvarez-Uría: “Es una gran oportunidad para aquellos niños que piensan que no tienen un futuro por delante”, dice la pediatra.

“Es muy frecuente que muchas de las personas infectadas por el virus del VIH se casen entre ellas y tengan hijos sanos gracias al tratamiento con antirretrovirales que durante el embarazo, el parto y la lactancia reducen la tasa de contagio al mínimo, alrededor de un 1%”, asegura el jefe de Servicio del Programa de Enfermedades Infecciosas de la Fundación Vicente Ferrer.

 

 

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/11/30/planeta_futuro/1512055692_829967.html

 

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