El Diccionario de la Real Academia Española define amistad como “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Es dedicarse a esa otra persona, destinando tiempo al vínculo. Por lo tanto, una verdadera amistad exige una correspondencia y reciprocidad entre las personas implicadas. Son cruciales aspectos como intimidad, lealtad, confianza, aceptación, comprensión, etc. Hay quienes observan que los amigos de verdad se cuentan con los dedos de la mano.
En las familias, muchas veces existe esta realidad de amistad. Por ejemplo entre algunos hermanos, entre un padre y un hijo, entre los abuelos y los nietos, entre un tío y un sobrino, etc. ¿Podríamos decir que la familia es la cuna de amistad?
Ventajas de amistad autenticas
El filósofo griego Aristóteles describió la amistad como una de las necesidades más apremiantes de la vida y que es un bien que se quiere tener, aunque se poseyeran los demás bienes. Aparentemente, el anhelo natural de la relación de amistad quiere recordarnos que nos necesitamos, que no somos autosuficientes solos. Una buena amistad contribuye a nuestra felicidad.
Según algunos estudios de la ciencia, hay varios beneficios que la amistad nos brinda. Entre las cosas que nos permite lograr: mejor autoestima, menores índices de ansiedad y depresión, más optimismo, mayor esperanza de vida, habilidades de regulación emocional más fuertes, mejor función cognitiva, más empatía y sentimientos de confianza hacia los demás, etc. En consecuencia, se cumple el conocido aforismo de que, “quien tiene un amigo, tiene un tesoro”.
Algunos aspectos que perjudican la amistad hoy en día
Existen factores que pueden dañar una amistad. Creo que habría que anotar juzgar y condenar, ingratitud, falta de autocrítica, desconfianza, falta de escucha activa y de comunicación sincera. Además, aporta mucho al declive de la amistad la adicción digital resultando en la nomofobia (miedo irracional de estar sin teléfono móvil), el phubbing (ser incapaces de prestar atención a quien nos rodea).
Hay que reconocer que a medida que pasa el tiempo y por las circunstancias de la vida como la distancia geográfica, fases de la vida como el noviazgo y obligaciones familiares que se adquieren y nuevos compromisos laborales, la relación de amistad va cambiando. ¿Pero puede desaparecer una amistad auténtica?
Algunos efectos de la postmodernidad, la época reinante, pueden impactar negativamente a nuestra amistad. Son tales como la cultura de la inmediatez y en la carencia de la esperanza de un futuro mejor, relativismo, incapacidad para adquirir compromisos duraderos, narcisismo, la indiferencia y hedonismo. Parafraseando a mi profesor Luis González-Carvajal, en su libro ideas y creencias del hombre actual, “El individuo postmoderno, al rechazar la disciplina de la razón y dejarse guiar preferentemente por el sentimiento, obedece a lógicas múltiples y contradictorias entre sí”. Eso desemboca en una cierta esquizofrenia relacional.
Amistad como base de compromiso de vida
Se tiene idealizada la amistad como una relación que nunca nos falla y en la que nunca fallamos, pero realidad no es así. Como ningún ser humano es perfecto, la amistad no puede escaparse de la necesidad de perdón. Estar dispuesto a perdonar y a pedir perdón. Tomemos nota de sugerencias sabias del libro bíblico de Proverbios: “El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos” (Proverbios 17,9). En el perdonar y pedir perdón a los amigos nos recordamos que tanto ellos como nosotros somos de carne y hueso, amigos reales con sus fallos y sus aciertos.
Solo uno es perfecto: Dios. Nos sirve la amistad con él, para que nuestra amistad crezca. De él podemos aprender mucho y como creyentes confiamos en su Espíritu que nos acompaña en la vida. Dios promete que si alguien a Dios con todo corazón él lo encontrará. “Me buscareis y me hallareis, porque me buscareis en todo corazón” (Jeremías 29,13). Y Jesucristo expresó la intimidad de proximidad con sus discípulos cuando él dijo, “ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15).
La vocación, entendida como llamada de Dios para vivir una cierta forma de vida, es una elección personal, orientada por el Espíritu de Dios. Uno de estos compromisos es el matrimonio, que normalmente arranca con el noviazgo. El noviazgo comienza con una amistad, evolucionando en el conocimiento reciproco hacia la decisión de matrimonio. Otra forma vocacional es la vida consagrada y misionera, que a través la amistad con Dios en la oración y con los demás, descubrimos esa llamada, para vivir profundamente esa amistad con Dios y con su pueblo al que uno está destinado, una amistad que enriquece mucho al enviado. ¡Cuánta riqueza cultural y espiritual han recibido los misioneros de la amistad con la gente! ¿Con qué amistad cuentas?