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“Hay que saber renunciar a los propios puntos de vista cuando es para el bien de los demás”
Published in HistoricoSi uno lee la vida de Jesús, tal como la cuentan los evangelios, resulta evidente que comenzó mal, siendo rechazado no solo por las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, sino incluso por sus mismos paisanos (ver Lucas cap. 4). Sin embargo ni las amenazas, ni la certeza de que lo iban a matar condenado de blasfemo y de amenazar la estabilidad política, fueron capaces de cambiar su camino. Siguió hasta el final. Fue fiel a sí mismo hasta muerte. Y por eso creemos que Dios lo resucitó
Posiblemente hoy, más que hace 100 años cuando José Allamano escribía estas palabras, las personas tendamos más a preservar nuestra seguridad, ante un mundo y un sistema social cada vez más hostil con las personas.
Indudablemente la mayoría de las instituciones, y entre ellas no se salva la Iglesia, durante siglos intentaron mantener su continuidad y su unidad interna imponiendo unos puntos de vista comunes, donde no había cabida para la disidencia. Lo seguimos viendo hoy en partidos e instituciones políticas.
Hay convicciones profundas, a las que uno no puede renunciar si no quiere traicionarse a sí mismo. Pero esas convicciones no son muchas y afectan a aspectos muy esenciales.
Más allá de esas convicciones, están los puntos de vista. Son formas de ver las cosas que van cambiando, al ritmo de cambios internos o de la realidad exterior. Abrirnos a la novedad fue una de las exigencias de Jesús. Sus contemporáneos se aferraron a las tradiciones y lo condenaron a muerte.
José Allamano sabía diferenciar entre esas convicciones profundas, y los “puntos de vista”, que él califica como propios de cada persona, y que él califica como respetables, en principio.
De alguna manera choca con una mentalidad que era dominante en su época. El principio de autoridad, según el cual si alguien tenía una forma de ver las cosas distinta a la mía, tenía que dejar de lado la mía y adoptar de aquel que ocupaba un cargo más alto y tenía una mayor autoridad.
Para Allamano el principio de autoridad no afecta a la forma de pensar… a veces habrá que buscar juntos la forma de actuar juntos y no aferrarnos a nuestras ideas.
Pero si hay algo que debe exigirnos cambiar nuestros puntos de vista personales, es hacerlo por el bien de los demás. Debo cambiar mi punto de vista por amor, como acto de servicio para que los otros sean más felices.
El amor, no la autoridad, es lo que nos debe llevar a buscar otra forma de ver las cosas. El amor es lo que garantiza nuestra forma de pensar. Una gran lección de José Allamano a sus misioneros.
El 2013 ha sido un año dificil para millones de personas en nuestro país y en lugares tan apartados como Filipinas, Siria, México, República Centroafricana... Las vistimas en su diversidad de historias y de presencias continúan siendo el lugar desde donde hacer el balance de un nuevo año. Para ello señalamos cuatro hitos que nos parecen relevantes
1. Más pobres pero, sobre todo, más desiguales
En los últimos meses el Gobierno español parece haber iniciado el despliegue de un discurso que trata de convencernos de que estamos en el principio de la recuperación y de que lo peor ya ha pasado. Esta apreciación contrasta sin embargo con unos datos que se empecinan en señalar que durante este año se ha consolidado «una nueva estructura social donde crece la espiral de la escasez y el espacio de la vulnerabilidad»
La erosión de la clase media no ha hecho sino acelerarse con una pérdida de la capacidad adquisitiva de la población, que ha visto recortada su renta media desde 2007. Este recorte no ha sido un recorte generalizado sino que se ha cebado especialmente en determinados sectores, y prueba de ello es que la pobreza severa (vivir con menos de 307 € al mes) ya es una situación «normal» para 3 millo nes de personas. El optimismo económico reside en unas décimas tanto de crecimien to del PIB previsto como de reducción de la destrucción de empleo, aunque la realidad es que estamos asistiendo a un aumento de la cronicidad del desempleo, con 3,5 millones de personas que llevan más de un año en paro, y 2 millones que llevan más de dos años.
Cifras que se agravan ante las continuadas y ya crónicas políticas de recortes en aquellos elementos del Estado del bienestar que precisamente tendrían que garantizar una mayor igualdad de oportunidades. A finales del 2013 podemos decir que nuestra sociedad está caminando hacia modelos de desigualdad y dualización semejantes las de otros países que también vivieron en el pasado las mismas situaciones de ajuste y precariedad. Un cambio progresivo de escenario, en el que corremos el peligro de acabar normalizando el paisaje de miseria y pobreza cotidiana que nos rodea.
Cabe decir que si la situación no es más dramática es gracias a la existencia de una red social constituida por el tejido familiar, y también por multitud de iniciativas, movimientos, procesos y plataformas que están evitando que miles de personas caigan en el pozo de la exclusión, a la vez que denuncian la iniquidad del sistema. De ellas nos hemos hecho eco este año en el blog de Cristianisme i Justícia. Son pequeñas grietas en el muro del sistema, grietas también en el muro de la indiferencia y de la insolidaridad.
2. Sin regeneración económica no habrá regeneración política
A lo largo de este último año ha brotado un clamor de voces diversas que alertan sobrela necesidad de una profunda regeneración política en todo el estado español, donde los valores más elementales parecen haberse evaporado de la práctica pública, aunque se los esgrima en teoría, sobre todo para atacar al otro. Según un reciente informe de Transparencia Internacional, España es el segundo país del mundo en el que más ha aumentado la percepción de corrupción.
Lo que el sociólogo Zygmunt Bauman calificó como «modernidad líquida» parece haber acabado con «todo aquello que era sólido». De este modo, las fronteras entre lo inmoral y lo moral, entre los valores y los antivalores, han perdido la solidez que necesitan (y que no es incompatible con algunas zonas de incertidumbre), pasando a ser totalmente «líquidas» y moviéndose fácilmente en la dirección en que soplen los vientos. Sobre todo, el viento de la codicia.
Allá donde el valor supremo es el dinero, nunca podrá haber transparencia, y la sociedad se llenará de armas que constituyen una amenaza solo por el hecho de existir.
Por eso, sin una verdadera regeneración económica no podrá llegar tampoco la anhelada regeneración política y lo que algunos han llamado «nuevo contrato social».
Para ello creemos necesario escuchar las voces y propuestas que surgen por doquier: una economía más productiva y menos especulativa; una profunda reforma fiscal que exija más a quienes más tienen, evitando los impuestos indirectos que gravan por igual a ricos y pobres; una persecución sin tregua de todo el fraude fiscal que nos esquilma; un salario mínimo justo y digno y una limitación de los ingresos más altos; una nueva moral bancaria que limite los intereses y los cobros de comisiones abusivos; una orientación hacia la «soberanía alimentaria» que evite estar en manos de decisiones o sucesos producidos a miles de kilómetros de distancia...
Creemos que la situación exige una reconsideración de los límites del derecho de propiedad y una primacía del trabajo sobre el capital a la hora de normalizar la actividad económica (dos puntos cada vez más claros en la enseñanza social de la Iglesia).
Sin estas alforjas no cabe emprender ningún viaje hacia la regeneración política.
3. Más Europa, pero no esta Europa
Acabamos, también, el año profundamente preocupados por el rumbo del proyecto europeo. Figuras emblemáticas del europeísmo –como el propio Jacques Delors– han señalado, por primera vez, que la crisis económica no está sirviendo para fortalecer el proyecto europeo y para construir más Europa. Por el contrario, la crisis parece haber reforzado tres tendencias alarmantes.
En primer lugar, la priorización del falso «discurso de la austeridad» por encima de estrategias de solidaridad entre los países miembros. Los fuertes recortes y presiones hacia países como Grecia, Portugal o España no han estado orientados a mejorar la situación interna de cada uno de ellos, sino a salvar los intereses privados de algunos países y actores determinados y a imponer una serie de medidas presentadas como inevitables y de «sentido común». El austericidio (que se contrapone claramente al auténtico y necesario valor de la austeridad) ha puesto contra las cuerdas a países vecinos como Grecia que han visto cómo se disparaba su índice de suicidios o bien cómo crecían los movimientos políticos neonazis en el seno de su sociedad. La Europa fría, economicista y tecnocrática ha continuado erosionando el proyecto europeo más político y social.
En segundo lugar, el auge de los movimientos euroescépticos ha lanzado un discurso que considera a Europa como parte del problema y no de la solución, invocando un desmembramiento del proyecto como salida a la coyuntura actual.
Este discurso ha calado también entre los principales partidos, que han entrado en el juego euroescéptico con el objetivo principal de captar votos. La dinámica electoralista y cortoplacista ha contribuido pues a poner en cuestión Europa, precisamente en un momento fundamental. Finalmente, parece que Europa ha dejado de ser un contrapeso y una voz de referencia en los aspectos relacionados con la defensa de los derechos fundamentales. La deriva xenófoba no ha sido contundentemente contestada por las instituciones europeas.
Se ha echado de menos un discurso implacable y mucho más profético ante acontecimientos tan graves como la muerte de miles de inmigrantes ante nuestras costas o la diabólica colocación de elementos punzantes en la valla de Melilla, con el único objetivo de herir a aquellos que intentan desesperadamente huir de situaciones de guerra o pobreza.
Europa continúa entendiendo la inmigración como un problema y no como un fenómeno inevitable ante el que desarrollar urgentemente estrategias fundamentadas en los derechos humanos. ¿Qué ha sucedido para que Europa priorice el discurso tecnocrático por encima del proyecto político? ¿Cuándo, cómo y por qué ha dejado de ser un referente importante en materia de defensa de los derechos humanos? ¿Cómo piensa abordar desafíos tan importantes como son la llegada de miles de personas que buscan una vida mejor en nuestras fronteras? ¿Qué es necesario para construir un proyecto europeo que tenga en el centro, la solidaridad, el respeto a los derechos humanos y la capacidad política de liderazgo? Sin duda, más allá de las responsabilidades políticas y de sus instituciones hay una responsabilidad de la ciudadanía a la hora de definir y ayudar a construir una identidad y un proyecto que responda a los valores originarios que lo fundaron.
4. Aires del Sur en la Iglesia
Curiosamente, este año la esperanza y la sorpresa nos ha llegado desde el ámbito eclesial. Cuando pensábamos que no podíamos esperar ningún cambio de la cúpula de la Iglesia, cuando veíamos a Benedicto XVI superado por las intrigas de la Curia, el Papa sorprendía al mundo con su renuncia el 28 de febrero, abriendo un período de incertidumbre hasta la aparición de Jorge Mario Bergoglio en los balcones de la plaza de San Pedro. El nombre escogido, Francisco, ya auguraba cambios profundos en la Iglesia, tal vez los mayores desde el Concilio Vaticano II. El rechazo de toda pompa en su presentación pública y sus constantes signos proféticos fueron confirmando que no estábamos simplemente ante una nueva estrategia de comunicación sino ante un verdadero intento de volver al Evangelio.
Quedaba así inaugurada una primavera eclesial que ilusionaba a cristianos y no cristianos, incluso a musulmanes y judíos, y que ha hecho levantar de nuevo la cabeza a los que seguían creyendo, a veces a pesar de la Iglesia misma.
Especialmente importante es el hecho de que el Papa Francisco no está movido por la ideología, sino por su propia experiencia espiritual de haberse identificado con el Mateo recaudador de impuestos llamado por Jesús del cuadro de Caravaggio, y por la cercanía a la gente. Por ello, en una de sus primeras homilías di rigidas a los sacerdotes lanzaba esta ya famosa advertencia contra los sacerdotes-funcionarios de despacho o de sacristía: «Todos conocemos la diferencia: el intermediario y el gestor ‘ya tienen su paga’, y puesto que no ponen en juego la propia piel ni el corazón, tampoco reciben un agradecimiento afectuoso que nace del corazón.
De aquí proviene la insatisfacción de algunos, que terminan tristes y convertidos en una especie de coleccionistas de antigüedades o bien de novedades, en vez de ser pastores con ‘olor a oveja’, pastores en medio de su rebaño, y pescadores de hombres». Pero, Francisco, ¿ha hecho algo más que bellos discursos y gestos proféticos? Prime - ramente, ha cambiado de arriba a abajo los criterios para nombrar obispos centrados ahora en la austeridad y en la prioridad de cercanía con la gente. Éstos son los criterios que siguen los nuncios para proponer obispos y que supondrán un cambio de rostro eclesial a medio plazo. En segundo lugar, ha decidido gobernar en diálogo, algo de lo que él mismo ha reconocido que careció durante los difíciles años de dictadura cuando fue Provincial de los jesuitas de Argentina. Por ello eligió una comisión consultiva de cardenales de todos los continentes para la reforma de la Curia y por ello ha enviado una encuesta a todas las diócesis sobre el tema de la familia.
Esto supone hacer del Sínodo de obispos un verdadero órgano consultivo y no simplemente un lugar donde los obispos dicen lo que el Papa quiere escuchar, como ha sido hasta ahora. Ahora bien, nos podemos preguntar si el diálogo y el intento de consenso con una estructura eclesial tan envejecida y conservadora puede llevarnos muy lejos .
El tiempo nos dirá si su pontificado se quedará en pura ilusión o si realmente imprimirá un verdadero cambio en la estructura de la Iglesia. Si fue esta misma la que le escogió hay motivos para la esperanza. ***** ¿Cómo decir al pobre y al «insignificante» que Dios lo ama?, esta era la pregunta que se hacía hace un tiempo Gustavo Gutiérrez y con él buena parte de lo que conocemos como teología de la liberación. Hoy podemos preguntarnos también cómo mantener la esperanza en tiempos tan recios. Sin duda esta esperanza no se halla en ninguna seguridad ni en ningún razonamiento definitivo, sino en la compasión respecto al sufrimiento de tantos. Se habla mucho hoy, y es comprensible, de la salida de la crisis económica.
No estaría mal que hablásemos y buscásemos una salida a nuestra crisis de humanidad. Por eso no creemos que esta reflexión sea negativa ni apocalíptica. Simplemente nos recuerda (como el libro bí blico del Deuteronomio) que tenemos ante nosotros la muerte y la vida; y que a nosotros nos toca elegir. ¡Pasemos del pesimismo a la responsabilidad!
En los más de 50 años de la presencia en España de los Misioneros de la Consolata hemos realizado un trabajo no indiferente con los jóvenes.
No han sido pocos los jóvenes con los que hemos entrado en contacto. Hemos recorrido toda la península sembrando semillas de misión, pero pronto nos hicimos cargo de que sin una tierra buena y abonada estas semillas difícilmente podrían crecer y dar fruto.
Se crearon entonces los grupos juveniles misioneros como espacios humanos de maduración cristiana y misionera. Nos llegaron muchos jóvenes que se sintieron “tocados” y con ellos comenzamos una nueva andadura. En los grupos se fueron formando jóvenes creativos, comprometidos y solidarios, sensibles al dolor de las personas y llenos de entusiasmo ante tanto pasotismo y desencanto.
Algunos descubrieron su vocación como religiosos y sacerdotes o hermanos, otros optaron por la misión como laicos y mucos pasaron por la misión y algunos están aún trabajando en tierras de misión.
Hoy, todos sabemos que vivimos en “tiempos difíciles”. Los jóvenes no se sienten impulsados a participar en grupos de Iglesia y no ven la misión como un horizonte en sus vidas.
Los Misioneros de la Consolata, además de pequeños grupos que aún caminan con nosotros, estamos colaborando con los grupos existentes en las parroquias y en las diócesis donde trabajamos. Estamos convencidos de que hay que trabajar en redes más que como francotiradores y perdiendo fueras y energías.
El futuro no se presenta muy alentador, pero no perdemos las esperanzas. A fin de cuentas ésta es la historia del cristianismo. Esperamos con paciencia tiempos mejores y seguimos apostando por el trabajo con los jóvenes y su capacidad de compromiso con los más pobres.