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¿Y ahora qué podemos esperar?, se pregunta un diario italiano comentando la finalización del año de la Misericordia y el futuro de este pontificado.

La Iglesia brasileña de la región amazónica tiene una esperanza, y es que el Papa Francisco anuncie pronto algunas iniciativas para facilitar el trabajo de evangelización y la celebración más frecuente de la misa en una región inmensa y con una grave escasez de sacerdotes.

Basta decir – como señala la Conferencia Episcopal de Brasil – que el 70% de las comunidades locales participan de la celebración eucarística solamente una vez por año.

En 2014 el Papa Francisco había pedido “soluciones valientes y concretas” para afrontar los problemas, y los obispos de la región acaban de enviar al Vaticano un documento con algunas propuestas, fruto del congreso sobre el Amazonas que se realizó el mes pasado. La idea del documento, más que proponer soluciones revolucionarias es mejorar las experiencias ya vividas en la diócesis de Amazonia, si bien de manera irregular y discontinua, para difundirlas e intensificarlas.

La principales propuestas están relacionadas con las tesis que dom Claudio Hummes ha planteado en reiteradas oportunidades. El objetivo es formar ministros ordenados locales pero sobre todo crear un clero autóctono e incluso indígena que pueda desarrollar comunidades tanto en los lugares más aislados como en las periferias urbanas de las ciudades de Amazonia, donde actualmente hay una fuerte presencia evangélica de matriz pentecostal.

 

Clero autóctono.

Todos los obispos de la región están de acuerdo en que la decisión más importante es promover un “rostro amazónico” de la Iglesia a partir de un clero nacido en esa región, verdaderamente involucrado en la cultura, la historia, los problemas, los sueños y los proyectos del pueblo amazónico, incluyendo de manera especial el universo de los pueblos indígenas, que son los pueblos originarios de la misma. Actualmente son pocas las diócesis de Amazonia con un número significativo de sacerdotes autóctonos. En efecto, la mayor parte del clero de Amazonia está compuesto por misioneros de otras diócesis brasileñas o extranjeros. “El clero autóctono sigue siendo un gran desafío”, afirma domEsmeraldo Barreto de Frias, presidente de la Comisión Episcopal Pastoral para la Acción Misionera de la CNBB.

La principal dificultad es que muchos de estos jóvenes de las comunidades costeras no quieren o incluso no pueden salir del lugar donde viven porque son el sostén, tanto económico como a nivel de fe, de sus familias o de la comunidad. La propuesta entonces es que la formación de los sacerdotes se abrevie, se haga en módulos periódicos, directamente en el lugar donde viven, con una duración muy inferior a la tradicional aunque siempre supervisada por los obispos locales.

Junto con esa formación más rápida se ha propuesto también una campaña para que los formadores calificados de todo el país, sobre todo los profesores de teología, puedan viajar durante el año a estas comunidades lejanas para colaborar en la formación. Dom Giuliano Frigeni, obispo de Parintis (en el estado de Amazonas) explica: “Es más económico recibir un clero ya instruido y por lo general bien formado culturalmente. Además, nuestros católicos no están acostumbrados a mantener al sacerdote, sobre todo porque en los últimos 80-90 años los misioneros extranjeros, europeos y estadounidenses, traían recursos con ellos”.

El obispo considera que actualmente el clero autóctono no consigue muchos recursos, que no necesita solo para cubrir la alimentación y la salud.

“También hay que considerar el elevado costo del transporte a través de los ríos o por carreteras llenas de baches cruzando la selva”. Parintins es una región de 64.000 km2, con una población de 200 mil habitantes repartidos en cinco municipios, e incluye 450 comunidades y 70 aldeas indígenas a lo largo de ríos, lagos y selvas.

Una de las objeciones que más se escucha contra el clero autóctono es el peligro de una educación menos calificada que la de los sacerdotes. Pero DomFrigeni afirma: “Sabemos por experiencia que aquí es muy importante la inculturación, y quién mejor que los jóvenes del lugar, que han crecido en nuestras familias y comunidades, para llegar hasta el corazón del pueblo. Podemos tener sacerdotes “con olor a oveja”, como le gusta decir al Papa Francisco”. Y termina diciendo: “¡Es necesario que el pueblo sienta la belleza de este clero autóctono!”

 

Clero indígena. 

Otra propuesta de los obispos de la región amazónica, siempre dentro de la perspectiva de un clero autóctono, es reforzar el clero indígena. Son todavía muy pocas las experiencias al respecto, pero se considera fundamental para que los indígenas vuelvan a ser protagonistas de su propia historia. En el pasado, muchos indígenas que estuvieron en contacto con misioneros se convirtieron al catolicismo. Sin embargo hoy la situación es muy distinta. Muchos indios e incluso aldeas enteras se han convertido a iglesias neopentecostales debido a la intensa actividad de estos grupos religiosos y la escasa presencia de sacerdotes cerca de las aldeas, y por lo tanto de celebracions eucarísticas. “Hace falta una mayor presencia constante de nuestros curas cerca de las comunidades indígenas católicas”, afirma Dom Edson Damian, obispo de San Gabriel de Cachoeira, en el estado de Amazonas.

Otro de los pedidos que se hicieron al Papa es la autorización para celebrar la liturgia en las lenguas locales, siguiendo el ejemplo de lo que ocurre en Chiapas, México. “Francisco ha dicho con toda claridad que la Iglesia debe encontrar una verdadera acción pastoral indígena, vale decir, que nazca de la historia, la cultura, y los usos y costumbres de la gente local”, declara dom Edson. “El Papa está apoyando este trabajo serio de una acción pastoral, de una misión realmente indígena”.

Además del clero, se ha planteado también la propuesta de facilitar de formación de diáconos indígenas, siempre como ocurre en Chiapas. La ventaja es que el servicio eclesial de estos diáconos es gratuito porque viven de su trabajo en los campos, y que son elegidos por la propia comunidad, que conoce sus capacidades y su disposición para el servicio, y reciben una formación especial para ejercer su ministerio que se va concretando a medida que se requieren esos servicios. Estos diáconos indígenas serían confirmados por el obispo y acompañados por agentes pastorales. Además, se podrían elegir también laicos casados que notoriamente conducen su familia con sabiduría. “Esto sería importante porque la cultura indígena no comprende el celibato”, afirma el obispo de São Gabriel da Cachoeira.

 

Los ministerios diferenciados. 

A las propuestas relacionadas con el clero autóctono o indígena se ha sumado además la solicitud de reforzar los ministerior diferenciados. “¿Por qué no reponsabilizar más a nuestros laicos, hombre y mujeres, matrimonios católicos practicantes y ejemplares, para hacer que se conviertan en líderes con funciones caracterizadas por ministerios diferenciados, como el de coordinadores-pastores, evangelizadores, pacificadores y de obras de caridad?”, se pregunta domFrigeni, de Parintins. El obispo cuenta que en su diócesis las comunidades que están dentro de la selva y las costeras son guiadas por ministros de la Palabra, ministros extraordinarios de la Eucaristía donde hay iglesias con sagrario, y por los catequistas, quienes sistemáticamente realizan cursos de formación y son acompañados por los sacerdotes.

“Las distancias no permiten llegar hasta esas comunidades con la frecuencia necesaria y las celebraciones eucarísticas son muy limitadas a lo largo del año, numéricamente hablando”, se lamenta en un primer momento, pero después afirma: “Sin embargo, tenermos estas comunidades organizadas en sectores de 10 ó 12 comunidades que se reúnen todos los meses en una de ellas. Rezan juntos y crecen en la fe y también viven, con o sin la presencia de sacerdotes, momentos de fraternidad y de diversión, compartiendo los alimentos que cada comunidad pone en común”.

En São Gabriel da Cachoeira hay experiencias similares. Aquí los catequistas y los coordinadores son una presencia fuerte. Si no fuera por ellos que evangelizan las comunidades, el cristianismo no se hubiera conservado”, afirma dom Edson. Hubo una época en que la presencia de salesianos, que siempre se preocuparon por la formación de catequistas, fue muy fuerte en la región. Hoy en día ha disminuído – antes eran 60 y ahora son 19. Dom Edson cuenta que actualmente los sacerdotes alcanzan a llegar hasta las comunidades cuatro veces por año término medio, y cuando las visitan, los catequistas les informan quiénes están preparados para recibir los diversos sacramentos.

 Para facilitar la evangelización en las zonas donde no hay sacerdotes y considerando que la formación del clero autóctono o indígena puede requerir mucho tiempo, se ha propuesto la figura de los ministros ordenados locales, casados o no, que puedan administrar los sacramentos y guiar la comunidad, identificados directamente por sus comunidades de pertenencia y acompañados por los obispos, que serían reconocidos como hombres de fe y de virtud probadas.

Corrientes más tradicionales del catolicismo brasileño piensan que esto abre la puerta al fin del celibato y por eso plantean una serie de objeciones. Han llegado a calificarlo con términos duros, como “Iglesia tribal”, que practica una “falsa autoevangelización”. Los defensores de la propuesta, por su parte, afirman que lo que está en juego no es el fin del celibato sino que estas comunidades tengan la posiblidad de acceder con mayor frecuencia a la eucaristía, y además recuerdan que el celibato no es un dogma sino una norma disciplinaria. Dom Edson llegó a afirmar: “Espero que la Iglesia no espere mucho más para abrir el presbiterio a hombres casados, visto que ya tenemos diáconos que pueden ser ordenados sacerdotes”.

De todos modos, tanto en el caso de la formación de un clero autóctono e indígena, que requiere tiempo para alcanzar resultados numéricamente más consistentes, como en el caso de reforzar los ministerios diferenciados, lo que está en juego es una iglesia con una nueva mentalidad, una nueva forma de realizar el trabajo pastoral, una nueva manera de construir las comunidades y un modo nuevo de asumir compromisos que realmente tengan incidencia en la vida de los pueblos que viven en la región amazónica. Afortunadamente es un proceso que ya está en curso.

Survival estima que hay alrededor de 15 pueblos indígenas aislados en Perú. Viven en las regiones más remotas y aisladas de la selva amazónica, pero su tierra está siendo rápidamente destruida por los foráneos.

Entre ellos están los cacataibos, los isconahuas, los matsigenkas, los mashco-piros, los mastanahuas, los murunahuas (o chitonahuas), los nantis y los yoras.

 

Múltiples amenazas

Todos ellos se enfrentan a terribles amenazas, que afectan a sus tierras, a su modo de vida y, últimamente, también a sus vidas. Si no se hace nada, posiblemente desaparezcan por completo.

Los pueblos indígenas aislados son extremadamente vulnerables a cualquier forma de contacto con foráneos, ya que no tienen inmunidad frente a las enfermedades occidentales.

 

El derecho internacional reconoce que los indígenas son dueños de sus tierras y su derecho a vivir en ellas como elijan.

El Gobierno peruano no está respetando el derecho internacional, así como tampoco lo hacen las empresas que invaden las tierras indígenas.

 

Una buena razón para permanecer aislados

Todo lo que sabemos acerca de estos indígenas aislados pone de manifiesto que buscan mantener su aislamiento.

En las pocas ocasiones en que se les ha visto o encontrado, han dejado claro que quieren que les dejemos en paz.

A veces reaccionan de forma agresiva, como forma de defender su territorio, o dejan señales en la selva advirtiendo a los foráneos que se mantengan alejados.

Los indígenas han sufrido una violencia terrible y enfermedades traídas por los foráneos en el pasado. Para muchos, este sufrimiento continúa hoy día. Obviamente, tienen muy buenas razones para no querer el contacto.

 

Shell y la tragedia de los nahuas

En el pasado, la prospección petrolera derivó en un contacto violento y desastroso con los indígenas aislados.

A principios de la década de los años 80, una prospección de Shell provocó el contacto con los nahuas. En cuestión de unos pocos años, alrededor del 50% de los nahuas había muerto.

Ahora, un consorcio de empresas lideradas por la argentina Pluspetrol y entre las que se encuentra también Repsol opera en la tierra de los nahuas y tiene previsto ampliar un enorme proyecto de gas. Se trata del mayor campo gasístico de Perú, conocido comoCamisea.

Camisea se ubica dentro de una reserva para indígenas aislados y no contactados, entre los que se encuentran los nantis y los matsigenkas. La expansión del proyecto podría derivar en la desaparición de estas vulnerables tribus.

Perú se refiere a su política hacia empresas internacionales como “de puertas abiertas”. El Gobierno anima activamente a nuevas empresas a hacer prospección en zonas donde habitan pueblos indígenas aislados, incluidos los mashco-piro sy los isconahuas.

 

La otra gran amenaza son los madereros ilegales, muchos de ellos en busca de caoba. Conocida como el “oro rojo”, la caoba alcanza un precio muy alto en el mercado internacional.

La selva peruana tiene parte de la última madera de caoba comercialmente viable que queda en el mundo, lo que ha provocado una “fiebre del oro rojo” en pos de lo que aún queda.

Por desgracia, estas son las mismas zonas donde viven los indígenas aislados, lo que significa que el hecho de que los madereros invadan su territorio y contacten con ellos es casi inevitable.

En 1996 los madereros ilegales forzaron el contacto con los indios murunahuas. En los años siguientes murió el 50% de ellos, la mayoría de catarros, gripe y otras infecciones respiratorias.

Los madereros también han forzado a miembros de una tribu no contactada a huir de Perú por la frontera hacia Brasil.

 

Las pruebas

A lo largo de los años se ha recopilado una gran cantidad de pruebas, que incluyen vídeos, audios, fotos, utensilios, testimonios y entrevistas.

 

Por ejemplo, el 18 de septiembre de 2007, un avión fletado por la Sociedad Zoológica de Frankfurt sobrevoló una zona remota del sureste de la selva peruana para comprobar la presencia de madereros ilegales. Por casualidad encontraron un grupo de unos veintiún indígenas , probablemente del pueblo mashco-piro, en un campamento temporal de pesca en la ribera de un río.

Sólo seis semanas después, Alan García, el presidente de Perú por aquel entonces, escribía en un artículo de un diario que los indígenas no contactados habían sido ‘creados’ por ‘medioambientalistas’ que se oponen a las prospecciones petrolíferas.

Modo de vida

Casi todos los indígenas aislados son nómadas, se desplazan por la selva dependiendo de las estaciones, en pequeños grupos de familias extensas.

En la estación de lluvia, cuando los niveles de agua son altos, los indígenas, que generalmente no usan canoas, viven lejos de los ríos, en el corazón de la selva.

Durante la estación seca, sin embargo, cuando los niveles de agua son bajos y en los meandros de los ríos se forman playas, acampan en esas playas y pescan.

Huevos de tortuga

La estación seca es también el momento del año en que las tortugas de río aparecen en las playas para poner sus huevos, enterrándolos en la arena.

Los huevos son una fuente importante de proteína para los indígenas, y son expertos en encontrarlos y desenterrarlos.

El hecho de que los indígenas estén en estas playas significa que en este momento del año es más probable que sean vistos por los madereros y otros foráneos o por los pueblos indígenas vecinos ya contactados.

Además de huevos de tortuga, los indígenas no contactados se alimentan de gran variedad de carne, pescado, plátanos macho, frutos secos, bayas, raíces y larvas. Entre los animales que cazan están el tapir, el pecarí, monos y ciervos.

 

 

 

 

Guadalupe Sánchez tiene las manos agrietadas de un campesino del maíz y la sangre limpia de azúcar de un ex adicto a la coca-cola

 

“Yo tomaba unas tres botellas de litro al día. Nada más me despertaba, con las tortillas me tomaba el primer vasito y así seguía por la tarde y por la noche”, dice mientras un remolino de pavos con el gaznate colorado picotea la tierra a la puerta de su casa. La levantó él mismo para su familia: esposa, ocho hijos y siete nietos. Las paredes son de cemento gris y tiene el tejado sin terminar.

— ¿Cómo se sentía bebiendo tanto refresco?

— Tenía mucha flojera. Casi no podía ir a trabajar. Con el calor del campo, pues bebía más coca. Pero empecé a notar que perdía vista y la lengua como que se me iba pa delante.

— ¿Y cómo consiguió dejarlo?

— Es difícil porque todo el mundo te invita. Cuando vas a visitar a alguien te dan un vasito y está feo rechazarlo. Pero el médico me dijo que lo tenía que dejar y me dio unas pastillas. Yo además empecé a masticar una hierba que nosotros llamamos Hoja de burro, que ayuda a no tomar. 

En la comunidad indígena mazahua de San José del Rincón, un pueblo boscoso y húmedo al oeste del Estado de México, hay casas donde no llega el suministro de agua potable, pero en la mesa está fija la botella roja de refresco. A los 47 años, Sánchez ha llegado a tener un nivel 200 de glucosa en sangre: el doble del umbral de riesgo y algo muy frecuente entre sus vecinos.

“Es como un veneno, nos hace mucho daño”, dice Leticia Cruz, 41 años, que vuelve de dar un paseo con sus tres nietos. “Cuando me quedo con ellos porque su mamá sale a trabajar, está prohibida la coca-cola”. Uno de los críos mira a su abuela desde abajo y descascarilla con los dientes una vaina de haba que ha arrancado por el camino.

Desde el Tec de Monterrey, una de las universidades más caras y prestigiosas del país, un grupo de estudiantes de la carrera de Nutrición lleva todo el mes de septiembre visitando la comunidad. Los dedos de José Polo, 18 años, también son ásperos y rugosos de descargar camiones y colocar estanterías en el mercado. Nunca se los habían pinchado para sacarle sangre. Los chicos del Tec tampoco habían agujereado antes una piel tan rocosa. Cambio de aguja. Hace falta otra más afilada. José Polo ha dado 150 de azúcar en sangre.

“Nos estamos encontrando con fuertes niveles de hiperglucemia. Esto es un fiel reflejo de alto consumo de bebidas azucaradas y comida procesada, carente de los nutrientes necesarios”, apunta Yaremi Gutierrez, la profesora que está dirigiendo las visitas. Los mazahuas del Estado de México están abandonando su dieta milenaria basada en legumbres, verduras y hortalizas para pasarse cada vez más a la chatarra. El maridaje entre pobreza, exclusión y comida basura es letal: “Sobre todo en niños, estamos encontrando también lo que se conoce como la doble carga de la enfermedad: desnutrición y sobrepeso”

México vive una epidemia de grasa y azúcar. Siete de cada 10 adultos tiene sobrepeso u obesidad, por uno de cada tres niños. Es el segundo país con más exceso de kilos del mundo, solo por detrás de Estados Unidos. Según la OMS, los mexicanos son los que más refrescos consumen —163 litros al año—  y los que más mueren por diabetes en toda Latinoamérica.

 

“La diabetes antes era una enfermedad rara que afectaba sobre todo a la población con predisposición genética y edad madura. En los últimos 30 años ha habido una explosión brutal de tal manera que en los últimos seis años medio millón de mexicanos murieron a causa de la diabetes”, apunta el doctor del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, Abelardo Ávila. “En este panorama, la población indígena es la más vulnerable y registra unas tasas más altas —continúa Ávila—. Antes la pobreza les protegía porque les obligaba a alimentarse del campo. A partir de 2010 empieza una expansión de las refresqueras, una estrategia de invadir de refrigeradores las comunidades con electricidad y de favorecer las trasferencias de ayudas públicas al consumo de estos alimentos”

En las tiendas de abarrotes que tapizan las carreteras del pueblo, el litro de leche, -cuando hay- cuesta 16 pesos, la botella de tres litros de coca-cola, 35 y la de refresco sin marca, 20. La diabetes puede además desencadenar toda una serie de trastornos como la ceguera –retinopatía diabética–, la insuficiencia renal o el llamado pie de elefante: la glucosa adormece los nervios y uno va perdiendo la sensibilidad en las articulaciones. Esta última derivada se ha traducido en 75.000 amputaciones el año pasado según la asociación El Poder del consumidor.

“Los más grave es que la diabetes es una enfermedad controlable, pero al carecer de acceso a los servicios, esta población está muy expuesta”, añade la profesora del Tec. Un grupo de mujeres ha bajado andando por una colina desde su comunidad hasta el único ambulatorio. Una hora de caminata. El médico no está. Para el hospital más cercano queda otra hora en coche. La diálisis, el tratamiento para la diabetes, no está cubierta por el seguro popular, la asistencia pública para los trabajadores informales como los campesinos. Cada sesión vale entre 2000 y 6000 pesos.

Ildefonso Álvarez lleva dos años trabajando al frente de su asociación, Concreta, con las comunidades: “Aquí llega más fácil la coca-cola que los servicios médicos, de agua potable o de salubridad”. El relator de la ONU sobre el derecho a la alimentación ha llegado a hablar de una cocacolización de los hábitos de consumo en México. “Para 2017, el sistema público necesitará para tratar la diabetes 5.600 millones de dólares al año. Este es el resultado de unas políticas públicas que no han tomado en cuenta la dimensión del grave problema”, dijo Oliver de Schutter en una reciente documental producido por organizaciones civiles en México.

El Gobierno implementó el año pasado una tasa especial sobre las bebidas azucaradas siguiendo el ejemplo de otros países. De momento, ha crecido la recaudación, pero el consumo apenas baja. 

En casa de Tomasa Rodriguez e Hilario Cruz no hay agua potable. Son cuatro y compran una garrafa de 20 litros en la tienda cada semana. Llevan años pidiendo al alcalde un pozo, como el que tienen otras comunidades de la zonas. Cruz acaba de salir hace poco del hospital. “Me encontraba muy pesado, casi no podía comer”. Sí bebía refresco, “y cerveza y pulque”, añade su esposa. Tuvieron que hacerle un lavado intestinal por un estreñimiento severo. Le han prohibido los refrescos y el alcohol. Ahora sólo toma agua y Hoja de Burro. En infusión o cruda, el amargor que inunda toda la boca al tomarla es más efectivo que la criptonita. 

 

 

La última hablante de resígaro, una lengua indígena amazónica, Rosa Andrade Ocagane, de 67 años, fue asesinada cruelmente a fines de noviembre en la comunidad de Nueva Esperanza, en la selva norte de Perú. Andrade estaba, además, entre los 40 únicos hablantes de otra lengua, el ocaina, tanto en Perú como en Colombia, a ambos lados del Putumayo. Casi un mes después, sus familiares piden justicia: el fiscal ha dictado comparecencia restringida al sospechoso, pese a los testimonios en su contra.

 

Según el antropólogo Alberto Chirif, Andrade y su hermano Pablo, de 65 años, son los dos últimos hablantes de resígaro en Perú, una de las 43 lenguas de laAmazonía. Sus vecinos ratifican su versión. “Su padre era ocaina y su madre resígara, ambos pueblos indígenas víctimas de la crueldad de los caucheros, hoy en extinción”, indica Chirif. 

 

“Fue una de las sabias más relevantes de nuestra historia, sobre todo de nuestra cultura. Muy amable y cariñosa hasta con los animales”, apunta por su parte el sobrino de Andrade, Willy Rengifo.

Solo un mes antes de la muerte de Rosa, el director de Lenguas Indígenas del Ministerio de Cultura, Agustín Panizo, acababa de empezar a preparar un proyecto con ambos hermanos para la documentación de la lengua resígaro. “Las últimas descripciones de esa lengua son muy antiguas: de los años cincuenta. A mediados el siglo pasado, el Instituto Lingüístico de Verano, regido por evangelistas estadounidenses, elaboró una gramática, un vocabulario y un diccionario. Con Rosa y su hermano íbamos a revisar o complementar la información anterior, detectar vacíos; ahora sólo podremos ejecutarlo únicamente con Pablo”, apunta Panizo. “Los conocimos formalmente en el Congreso de normalización del alfabeto de la lengua ocaina. La señora era más fluida en ocaina que en resígaro”, agrega.

Según el último censo disponible, de 2007, 97 personas afirmaban haber aprendido a hablar en ocaina y 37 en resígaro. “Pero no sabemos cuántas mantuvieron la lengua desde entonces ni cuántas han fallecido”, explica Panizo. Natalia Verástegui, una especialista del Ministerio de Educación que conoció a Andrade sostiene que el pueblo resígaro y su lengua están “en agonía”. “Pese a los muchos esfuerzos que se hacen, aún es poco lo que ofrecemos a estas personas que llegan a la vejez casi en el abandono”, apunta. “Tienen consigo un conocimiento, una palabra única de la que todos deberíamos aprender”. A Verástegui, Andrade le contó que hablaba con su hermano en resígaro para recordar a su madre.

 

El asesinato

Una sobrina de Andrade, Frida Vega, confirmó por teléfono a EL PAÍS desde Loreto que se encontraron los restos de la anciana en una chacra [tierra de cultivo]. “Sin cabeza ni corazón: eso ha sido cortado con machete”, incidió. Tanto ella como Chirif indicaron que el principal sospechoso del asesinato de Andrade es un foráneo de Estirón, otra comunidad cercana, un hombre conocido por las autoridades por peleas en borracheras.

“Ha sido un asesinato por encargo. Pese a que al hombre le encontraron un bolso con sangre que pertenecía a mi tía y a que las personas lo han visto llegando al lugar con una ropa y saliendo de allí con otra, el fiscal dice que no hay nada. Le ha dado comparecencia restringida”, lamenta Vega.

La sobrina de Andrade y otra decena de personas, entre parientes y vecinos, están citadas para declarar este viernes en la Fiscalía provincial en Caballococha, la capital de la provincia Mariscal Castilla. “La familia no tiene abogado, no tiene traductor, en cambio él [el sospechoso] tiene defensor de oficio”, se queja Vega al tiempo que añade que el fiscal, Juan Alberto Basilio, es el mismo que archivó la investigación por la muerte de uno de los hijos de Andrade en 2015 tras ser empujado desde un segundo piso durante una fiesta. “Hay muchas quejas sobre este fiscal. Hace poco archivó la investigación por una violación de una niña. La mamá nos dijo: ‘Es en vano que estén aquí, el culpable se está riendo de mi hijita”.

 

DOS MUNDOS FRENTE AL ESTADO

La Dirección de Lenguas Indígenas del Ministerio de Cultura se creó hace solo tres años. Su director, Agustín Panizo, urge a desarrollar una política de atención a hablantes de idiomas minoritarios “para que no sean víctimas de vulneración de derechos” por su cultura. “Las lenguas están desapareciendo de nuestra vista, con la consiguiente pérdida de derechos para sus hablantes; esto es lo que más nos preocupa”. Desde 2012, el Ministerio de Cultura ha capacitado y reconocido 305 intérpretes en 36 de los 47 idiomas indígenos hablados en Perú. Pero ninguno de ellos sabe resígaro. Los intérpretes también hacen un trabajo de mediación cultural, para “tratar de que la comunicación entre estos dos mundos pueda darse”, agrega Panizo.

Cada año, la noche del 23 de junio se reúnen en el sagrado puesto de avanzada, en los llanos color marrón, para celebrar el Año Nuevo según un calendario precolombino. Con ponchos y un tipo de joyería llamada tupu, hacen ofrendas de comida, se dan un festín con costillas a la parrilla y cuentan historias. Por la mañana, marchan alrededor de un poste ceremonial de madera y una fogata alimentada durante la noche para honrar a la tierra. Para el indígena ranquel, la escena está cargada de muchas emociones y ofrece una mirada a su resurgimiento en medio de una larga lucha por el reconocimiento tras siglos de privaciones y pérdidas. Claro que se han dado luchas similares por toda Sudamérica y por toda Norteamérica, pero el sentido de exclusión de la conversación nacional ha sido particularmente aguda para los pueblos indígenas de Argentina. Mientras que los formuladores de las políticas en Buenos Aires y las provincias han hecho esfuerzos para la reconciliación, los dirigentes indígenas se quedaron perplejos cuando Mauricio Macri, tras ganar las elecciones presidenciales del año pasado, destacó los logros de los influyentes inmigrantes europeos en su discurso de la victoria. (Después buscó calmar las aguas reuniéndose con los representantes indígenas.)

 

Ese daño comenzó después de la conquista española, con el trabajo forzado en las minas, lejos de las tierras ancestrales, y el uso que los amos coloniales hicieron de los pueblos como una moneda en las transacciones comerciales. Las tribus nativas contraatacaron en el siglo XIX con varias incursiones. Sin embargo, a finales de la década de 1870, Julio Argentino Roca, un general que pronto sería presidente, lideró la campaña denominada Conquista del Desierto, con la que les confiscó el territorio de las pampas y el norte de la Patagonia.
 
Roca, considerado un héroe que abrió las tierras vírgenes a los inmigrantes pobres europeos y unió a un país revoltoso, ha sido calificado como asesino genocida por algunos historiadores y activistas. Ello ha llevado a campañas para cambiar la nomenclatura de bulevares dedicados a él, para derribar sus estatuas, y hasta para quitar sus imágenes y su conquista de los billetes de 100 pesos.
 
No obstante, ha resultado esquivo poder llegar a un consenso sobre el trato que se les dio a los pueblos indígenas en el pasado,así como sobre la respuesta a sus agravios ahora. El influyente y conservador periódico "La Nación", en un largo editorial, saltó hace poco en defensa de Roca.
 
Las conmemoraciones del bicentenario del país en julio molestaron porque parecieron confirmar las sospechas entre los pueblos nativos de que se estaban ignorando su cultura y su historia. En una declaración, algunos grupos preguntaron, retóricamente: "¿Qué tenemos que celebrar?"
 
Sin embargo, mientras que las discusiones sobre los pueblos qom y wichís del norte de Argentina descansan en la desnutrición, y los mapuches en la Patagonia luchan contra la industria del petróleo de esquisto bituminoso, las comunidades ranqueles han surgido como pacientes campeonas de los derechos indígenas.
 
Las comunidades han asegurado una serie de victorias, incluido el arreglo de las disputas territoriales y la transcripción fonética de los libros de texto para preservar su idioma, el cual no tiene escritura. Más en lo general, han revertido una tradición entre los argentinos provinciales de ocultar su ascendencia ranquel, una genealogía indígena que ya no provoca vergüenza, sino que se estima.
 
"Han trabajado muy duro, pasando inadvertidos en su mayoría", comentó Graciana Pérez Zavala, historiadora de la Universidad Nacional de Río Cuarto, quien ha escrito ampliamente sobre los ranqueles.
 
A poca distancia de Victorica, un pueblo agrícola de unos 6.000 habitantes, rodeado de bosques de caldenos, los ranqueles pueden señalar el que quizá sea el logro por el que están más orgullosos: que les devolvieran un sitio de dos hectáreas que era parte de Leuvuco, su asentamiento más grande, antes de que Roca incumpliera los tratados de paz y enviara soldados a arrasar las planiecies centrales.
 
Recuperaron la franja yerma en 2001, tras dejar de lado las rivalidades de los clanes y conseguir la ayuda de autoridades federales y provinciales. Allí es donde celebran el Año Nuevo y es donde enterraron los restos de Panguithruz Guor, un destacado cacique del siglo XIX, que habían estado en un museo, a 500 millas de distancia.
 

Casos de éxito

Se están replicando historias de éxito similares por todo el centro de Argentina, no solo en La Pampa, así como también en la vecina provincia de San Luis.
 
En el oeste de La Pampa, las autoridades han apoyado a las comunidades ranqueles, incluida una llamada Epumer, a las que han amenazado con desalojarlas debido a las batallas legales por el territorio. Abundan los temores de una escalada en tales disputas ya que los agricultores buscan nuevas fronteras más allá de la zona central agropecuaria de Argentina.
 
Buscando reconectar a la población con sus raíces indígenas, los dirigentes también dan charlas a escolares. Y, en Santa Rosa, que será anfitrión de una reunión cumbre latinoamericana de pueblos indígenas este mes, el consejo de caciques se mudó hace unos cinco años a unas modestas oficinas centrales alquiladas que albergan a una pequeña biblioteca y habitaciones para invitados.
En el salón para reuniones donde se encuentra la bandera ranquel, recién diseñada, se imparten clases de idioma ranquel a grupos de adultos. En Victorica, las señales viales tienen las traducciones al ranquel de los números españoles de las calles.
 
No obstante, persisten los obstáculos. Los defensores, por ejemplo, dicen que todavía no se les entregan las escrituras a ninguna comunidad para que reclamen las tierras.
 
Y, resaltando la naturaleza tentativa hasta del logro más central de los ranqueles, Osvaldo Borthiry, de 83 años, el terrateniente que donó las dos hectáreas del sitio Leuvuco, dijo que sus hijos decidirían el futuro de la propiedad.
 
Otros desestiman la idea de trabajar dentro del sistema y llaman a una posición separatista. "Cuando tu país no representa lo que vos sos, ¿qué otra cosa podés hacer?", preguntó Miguel Ángel Saulo, de 62 años, un dirigente del pueblo tehuelche en el sur de Argentina.
 
Sin embargo, los ranqueles y sus partidarios siguen resueltos.
 
"Solía ser vergonzoso decir que eras descendiente de un pueblo indígena", dijo Marcela Suárez, de 46 años, una empleada de la intendencia mientras pisaba con fuerza alrededor del poste de madera en Leuvuco. "Ahora te sentís orgullosa".
 

Una forma de reconstruir su pasado

Para los forasteros, la franja de tierras y el monumento oxidado a varios caciques ranqueles pueden parecer poco más que símbolos. Sin embargo, tienen poder. "El simbolismo es importante", dijo en una entrevista Fernanda Alonso, la ministra de desarrollo social para la provincia de La Pampa, en Santa Rosa. Para que prosperen los ranqueles, dijo, "tienen que reconstruir su pasado".
 

Otros en Sudamérica

Los movimientos indígenas en la región han tenido triunfos de alto perfil: un presidente en Bolivia, el idioma guaraní en Paraguay y la adición de conceptos indígenas en la Constitución de Ecuador.

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